Dimitrova, de origen búlgaro, es la orgullosa creadora de la primera galería íntegramente dedicada al arte urbano en la capital francesa, con la que ha conseguido posicionarse como una de las mayores referentes del sector.
Empezó por casualidad en 2003 cuando trabajaba en comunicación y publicidad y le tocó trabajar en un festival de distintas disciplinas artísticas en el que entró en contacto con el arte urbano. "Fue una pasión mutua e inmediata", dice en una entrevista a EFE.
Su carrera está íntimamente ligada a la evolución de lo que, hasta hace no mucho, una mayoría consideraba un arte de marginados o, mejor dicho, una gamberrada.
Nacida en Bulgaria en 1978 pero criada en Barcelona, Dimitrova puede dar parte de cómo ha sido ver madurar a estos gamberros, muchos de los cuales siguen escondiéndose detrás de un mote en una firma con spray y algunos se niegan a atravesar la barrera de las instituciones y a entrar en las galerías.
Otros, como el mundialmente conocido Banksy, son motivo de noticia simplemente con ser nombrados.
"Cuando empecé, el arte urbano era conocido en círculos cerrados. Ha sido muy interesante ver cómo los artistas evolucionaban y ver cómo este arte, que no era reconocido, entraba poco a poco en la Historia del Arte, en los libros y en los museos", cuenta.
SEGUIR EN LA ILEGALIDAD
No quedan tan lejos esos años en los que la persecución al grafiti se colaba incluso en los telediarios. Hoy más aceptado, el grafiti sigue siendo el corazón de este arte, que lleva en su base la expresión urbana, la reivindicación y el pintar sin permisos.
"Muchos de estos artistas siguen pintando en la calle y cuando trabajan con galerías y museos cambian el formato, pero la esencia sigue siendo la misma. Es cierto que por un lado pierden ese lado rebelde, pero las galerías son necesarias para que puedan vivir de ello y desarrollar su trabajo", opina Dimitrova.
El trato con sus artistas parece cuanto menos particular, sobre todo porque muchos prefieren mantenerse en el anonimato.
"A veces quiero exponer a un artista y me dice que no, porque su esencia es seguir pintando en la calle. Es muy respetable y gracias a ellos esta cultura sobrevive", dice Dimitrova, que asegura que la muestra de arte urbano en galerías está creciendo mucho en París, en el centro de la profesionalización de esta corriente.
EL 'BOOM' COMERCIAL DEL ARTE URBANO
Con una horquilla de precios muy variable, desde 200 euros hasta 3,000, (235 dólares hasta 3,550) el arte urbano se ha convertido además en un reclamo para los inversores, que buscan hacer el agosto probando suerte con el próximo Banksy, capaz de alcanzar hoy los 12 millones de dólares.
"Son precios que pueden subir muy rápido y son muy rentables para quien compra y vende. No es bueno buscar la rentabilidad pero siempre es mejor comprar arte que no comprar", se conforma la galerista, gestora además de la Montana Gallery en Barcelona.
Afectada como el resto de la sociedad por el impacto del coronavirus, que ha obligado a poner un parón en una disciplina famosa por su ultramovilidad, su actual exposición es un ejemplo de reinvención.
Cuando llegó el confinamiento a Francia en marzo, las muestras que había organizado con artistas extraeuropeos se vieron anuladas. En la urgencia, recurrió a través de Instagram a varios artistas españoles y franceses -países que destacan en la escena del arte urbano- para una expo inédita.
Contactó a Rosh, que vive en Madrid, Popay, en Barcelona, y los franceses Arnaud Liard y Grems, y juntos dieron forma a "¿Cómo pueden los artistas crear durante la cuarentena?".
"Los cuatro trabajan temas más o menos abstractos y les dije vamos a hacer juntos una exposición para después del confinamiento. Todas las obras han sido creadas durante el confinamiento y buscan transmitir algo alegre", explica Dimitrova, que a partir del 17 de septiembre expondrá al equipo de Boa Mistura.
Sobre Instagram, plataforma que ha acelerado la difusión del arte urbano entre el gran público, habla con escepticismo.
"Las redes han dado una apertura mundial sin barreras, pero nos encontramos con artistas que tienen millones de seguidores cuando su trabajo no es de calidad y con artistas excepcionales que no tienen. Hay que tener mucho cuidado. Cuando trabajamos con marcas o coleccionistas nos dicen, ¿pero cuántos seguidores tiene? Eso no es un criterio de calidad", señala Dimitrova.