Los devastadores incendios, lluvias torrenciales y sequía prolongadas se agravan cada vez más en este vasto país-continente, pero Australia es uno de los mayores exportadores de carbón en el mundo y esta industria cuenta con férreos defensores en el Ejecutivo.
Según datos oficiales, Australia produjo 507 millones de toneladas de carbón en 2019, de los que más del 80 por ciento exportó a otros países, y emitió ese año 16.71 toneladas de CO2 per cápita, superando a países como Estados Unidos, Japón, China y Reino Unido.
Los ecologistas y científicos australianos creen que el objetivo climático del Gobierno es insuficiente, ya que consideran que la neutralidad de emisiones de gases contaminantes debería alcanzarse en el 2035 para paliar la crisis climática.
También miran con desconfianza al primer ministro australiano, Scott Morrison, quien afirmó que no mejorará su Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC, siglas en inglés) contemplada en el Acuerdo de París, que supone la reducción de emisiones en un 26-28 por ciento para el 2030.
"El hecho de que no haya un cambio en la NDC quizá es el signo más claro de que el compromiso no es serio", dijo a Efe desde Camberra el director del Global Carbon Project y científico del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, el español Josep Canadell, quien además criticó que el anuncio de las emisiones cero no vayan acompañadas de una legislación.
UN PLAN CRITICADO
Morrison, que cuando era ministro del Tesoro en 2017 sacó un trozo de carbón en el Parlamento de Camberra diciendo "no tengan miedo", presume de que las emisiones se han reducido en 2020 y que el país va encaminado a reducir hasta un 35 % de las emisiones para 2030.
Sin embargo, parte de este avance ha sido posible en parte gracias a la paralización mundial causada por la pandemia de la covid-19.
El Gobierno espera alcanzar las emisiones neutras un plan de inversiones millonarias en energías menos contaminantes como el hidrógenos verde, el secuestro de CO2 en el suelo y el desarrollo de tecnologías que son costosas o no existen.
"No es un plan, es un scam (estafa)", reclamó el líder laborista, Anthony Albanese, sumándose a las críticas al Gobierno de la coalición que llegó al poder en 2014 bajo el ala de Tony Abbott, conocido por haber dicho que el cambio climático "puede ser hasta beneficioso" porque mucha gente muere más por las olas de frío que de calor.
DEPENDENCIA DEL CARBÓN
El primer ministro británico y anfitrión del COP26, Boris Johnson, felicitó a Morrison por su anuncio para el 2050 al considerar que "fue realmente muy difícil para Australia que depende fuertemente del carbón..., los australianos han hecho algo heroico".
El mandatario australiano se muestra orgulloso de este meta "a la australiana", que piensa lograr con tecnología, pero sin leyes ni impuestos.
Desde el punto de vista de Canadell, "no es un plan que llevaría una economía totalmente basada en combustibles fósiles a lograr las emisiones cero en 30 años", al insistir en que el país debería apostar por la energía renovable y la electrificación acelerada del transporte.
Canadell también apuntó a que en Australia están aumentando "muy dramáticamente" las emisiones fugitivas (que se producen por fugas, derrames o evaporación) en los últimos cinco años por la gran explosión de la industria del metano, mientras que los costes para desarrollar tecnologías para secuestrar gases contaminantes con el fin de apoyar a sectores difíciles como la minería son muy caros.
"La cuestionable apuesta por subvencionar tecnologías como la captura y el almacenamiento de carbono parece diseñada para permitir que la industria de los combustibles fósiles siga operando durante décadas", arremetió Jeremy Moss, profesor de filosofía política en un artículo en The Conversation.
NO HAY PLANETA B
Con la cruz a cuestas de tener la Gran Barrera de Coral al filo de ser incluida en la lista de Patrimonio de la Humanidad en Peligro por la Unesco por graves problemas que incluyen el blanqueamiento de los corales por el calentamiento de los océanos, el Gobierno de Morrison se ha visto presionado internacionalmente a mejorar su política climática.
El Ejecutivo Liberal-Nacional, que derogó un impuesto pionero a las emisiones contaminantes en 2017, ahora teme perder inversiones y fondos extranjeros porque el cambio climático es considerado ya como un riesgo para los sistemas financieros o que se graven sus exportaciones de combustibles fósiles.
La coalición tampoco quiere perder los votos de una ciudadanía más consciente de que "no hay un planeta B", como reclaman las organizaciones de jóvenes activistas, que organizan constantes marchas de protesta y han denunciado al Gobierno por la expansión de una mina de carbón y por no defender la salud de los menores afectados por la contaminación.
"La cuestión primordial debe ser cómo posicionar a Australia para que tenga éxito en una economía mundial baja en carbono". remarcó Frank Jotzo, jefe del Instituto para el Clima de la Universidad Nacional Australiana.