En el mensaje, de unos siete minutos de duración, Francisco se refiere al "amado pueblo carioca" como "un pueblo valiente y alegre que nunca se dejó abatir por las dificultades", y llama a "no quedarse de brazos cruzados" ante las desigualdades sociales "que manchan" la belleza de la ciudad.
"Hoy, si pudiéramos mirar desde la perspectiva del Cristo Redentor, que desde lo alto del Corcovado domina la geografía de la ciudad, ¿qué nos saltaría a la vista? Sin duda, en primer lugar, la belleza natural que justifica su título de 'cidade maravilhosa', pero es innegable que, desde lo alto del Corcovado, percibiríamos también las contradicciones que manchan esta belleza", expresó el pontífice.
"Por un lado, el contraste generado por las grandes desigualdades sociales: opulencia y miseria, injusticias, violencia... Por otro, tenemos lo que se podría llamar ciudades invisibles, grupos o territorios humanos que poseen registros culturales particulares. A veces parece que existen varias ciudades cuya coexistencia no siempre es fácil en una realidad multicultural", enumeró.
Francisco instó, no obstante, a no perder la esperanza y apostar al diálogo, por encima de cualquier otro mecanismo de resolución de conflictos.
"Entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta hay siempre una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones, el diálogo en el pueblo, porque todos somos pueblo", añadió.
Subrayó, asimismo, que todas las personas, "independientemente de su grado de instrucción o riqueza", tienen algo para dar en favor de "la construcción de una civilización más justa y fraterna".
El papa también se refirió a la nueva iluminación que a partir de la pasada noche tiene el famoso monumento al Cristo Redentor. "Estoy seguro que la ciudad maravillosa tiene mucho para ofrecer a Brasil y al mundo", afirmó, y deseó que la nueva luz que ilumina a la capital carioca "se extienda a todo Brasil".
El mensaje, emitido poco antes de la medianoche a través de las pantallas gigantes dispuestas a lo largo de la rambla, culminó con una bendición al público y el pedido que el pontífice suele hacer: "recen por mí".
Después de escuchar a Francisco, el público se deleitó durante 16 minutos con la explosión de 24 toneladas de fuegos artificiales, disparados desde 11 balsas ancladas en el mar.
En la playa de Leme, una de las balsas sufrió un incendio que fue rápidamente controlado y no dejó ningún herido.
Antes y después del espectáculo de pirotecnia, diversas actuaciones musicales animaron al multitudinario público, que cantó y bailó hasta el amanecer.
Según autoridades municipales, se registraron algunos incidentes aislados, como hurtos y pequeños robos, que no llegaron a empañar la fiesta. (DPA)