Moscas y gusanos para erradicar el hambre

No se trata de “Los juegos del hambre” porque no es ficción. La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) acaba de emitir una recomendación: comer insectos para acabar con el hambre en el mundo. Una propuesta que ha levantado ampollas.

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Una pareja prueba un escorpión en un bar situado en una zona céntrica de Valladolid (España) que ofrece una amplia variedad de insectos comestibles traídos directamente desde Tailandia.

Escarabajos, orugas, abejas y hormigas, saltamontes, langostas y grillos, libélulas moscas y cigarra. Hay muchos y en numerosos países se comen desde hace años. Existe una certeza: se espera que el crecimiento de la población alcance los 9,000 millones de habitantes en el año 2050. A esto se suma el inexorable avance del cambio climático. Urge buscar alternativas y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) trabaja en esa dirección.

El informe presentado por esta institución, “Insectos comestibles: perspectivas de futuro para la seguridad alimentaria y alimentación para el ganado”, recuerda que los insectos son una excelente fuente de proteínas que forma parte de la dieta de más de 2,000 millones de personas. Una propuesta que impulsa la seguridad alimentaria sostenible, brinda accesibilidad a los alimentos y agiliza el funcionamiento de los mercados. Una medida que también ha generado cierta polémica en algunos sectores de la sociedad, sobre todo la occidental.

Una buena alternativa

Según el contenido del estudio, los insectos producen poca cantidad de emisiones como metano, amoníaco o gases de efecto invernadero y podrían ser utilizados como abono.

Así lo afirma Eduardo Rojas, Subdirector General de la FAO y encargado del informe. A la pregunta de sí se podría establecer una dieta equilibrada a base de insectos, responde: “Depende de la especie de insecto y de su preparación. En todo caso es necesaria una dieta equilibrada. Los insectos comestibles son una fuente alternativa de proteína animal de alta calidad y bajo coste e impacto ambiental”.

Un aspecto con el que coincide la doctora Julieta Ramos-Elorduy, del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “En 1974 creé la línea de investigación `Los insectos comestibles como una fuente de proteínas en el futuro´ y, desde ese año, ya postulé que los insectos podrían ser una alternativa para suplir las deficiencias nutricionales, sobre todo en la gente del campo, que son los que generalmente presentan una mayor desnutrición”, comenta la experta en entrevista con Efe.

La científica expone algunas razones por las que sería bueno incorporar los insectos a nuestra dieta: “Una de ellas es su alto contenido de proteínas, tan necesarias para los humanos. Mientras que cien gramos de carne de res contienen de 54 a 57 por ciento de proteínas, cien gramos de chapulines, por ejemplo, contienen de 62 a 75 por ciento. Además de que el contenido vitamínico de los insectos no es despreciable, su digestibilidad es elevada y de que son fáciles de conservar secándolos en el comal o al sol”.

Se han comido desde siempre

En América Latina y otros países de Asia y África los insectos se han comido casi siempre con fines medicinales y, en otros casos, por costumbres muy arraigadas.

En México o Colombia existen insectos (grillos, escamoles, santanderinas, etc.) que se comen como "delicatessen" y sus precios son muy altos. Según Eduardo Rojas, sí que se podría instaurar esa comida para todas las clases sociales, “si se superan prejuicios y se incorporan en la alta cocina”, puntualiza.

El estudio de la FAO, realizado en conjunto con la Universidad de Wageningen (Países Bajos), concluyó que en el mundo se consumen más 1,900 especies de insectos. Una de las conclusiones que se extraen es que los insectos pueden ayudar a disminuir el consumo de carnes. Además, su producción es barata y facilita su consumo, tanto en humanos como en animales.

Una de las comparaciones que se hacen, como base científica, es que el contenido de proteínas, minerales y vitaminas de los gusanos de la harina es igual que el del pescado o la carne.

La FAO hace hincapié en la importancia para trazar estrategias de comunicación adaptadas a las diferentes regiones del mundo.

No es lo mismo promover el consumo de insectos en el trópico donde, de hecho, esto es habitual, que invitar a los países occidentales a hacer lo mismo. Según los expertos de la ONU, en esas zonas se topan con el factor “asco”.

Lo que se come en México

Silvia Ibarra, chef e investigadora especializada en cocinas tradicionales de México, opina que el consumo de insectos es muy complejo.

“En México se comen insectos y muchos de ellos son considerados muy finos, deliciosos y caros, pero en gran parte de occidente sería impensable hoy comerlos. La entomofobia tiene relación con ciertos tabúes religiosos”.

En México se consumen alrededor de 230 especies diferentes de insectos, por lo cual está considerado entre los primeros países entomófagos del mundo. Su consumo tiene que ver con cuestiones culturales y fuertes raíces prehispánicas de su dieta alimentaria.

“Es, sin duda, una fuente de proteínas y vitaminas importante para el ser humano. Por mi parte he comido varios insectos como chapulines, gusanos de maguey, escamoles, por nombrar algunos, y son realmente exquisitos. Creo que si pudiéramos dejar de lado los prejuicios, nos animaríamos por lo menos a probarlos. Si no lo hacen nunca sabrán lo que se pierden”, enfatiza Ibarra.

Voces Discordante

Por su parte, el responsable del informe, explica con prudencia que una persona no podría alimentarse solo a base de insectos.

“Hace falta una dieta equilibrada que incluya proteína vegetal, fibra, vitaminas, hidratos de carbono y algo de grasas no saturadas, es decir vegetales, fruta, cereales y pescado o carne”.

Y también, advierte Rojas, que deben utilizarse solo las especies comestibles y de procedencia de cultivo o, si son silvestres, de zonas naturales donde no haya ni basura ni tratamientos químicos. “En definitiva requieren de los controles sanitarios como cualquier otro producto alimenticio”.

Pero no todos están de acuerdo con la propuesta. Omar Díaz Valderrama, chef y Director de la Orquesta Culinaria del restaurante Titania de ciudad de México critica que se haya pensando en una solución así: “Creo que nos estamos dando por vencidos al intentar solucionar el problema de raíz, no es la falta de alimento el problema es la repartición. Los insectos han estado en la alimentación de la gente más necesitada por años, no creo que nadie lo dude siquiera. No tengo nada en contra de comer insectos, de hecho algunos me gustan, pero comerlos tendría que ser una elección, no una desesperación”, comenta.

A quienes se muestran disconformes con la alternativa, Eduardo Rojas explica que es una alternativa para abordar el problema de fondo, manteniendo como una fuente de proteína animal más los insectos, allí donde siempre se han utilizado, o su incorporación donde no lo hayan estado.

Y concluye que el mayor reto de seguridad alimentaria a largo plazo es alimentar a 9,000 millones de personas. “Esto es utilizar los recursos de una forma lo más inteligente y eficaz posible”, apunta.

Está claro que, una vez superadas las barreras psicoculturales, digerir unos deliciosos escamoles, gusanos de maguey, abejas u hormigas mieleras supondrá un gran banquete, no solo para el ser humano, sino también para el planeta. (EFE)