La intensa jornada de los nuevos reyes de Holanda acaba con un paseo fluvial

La intensa jornada de la coronación de los nuevos reyes de Holanda, Guillermo-Alejandro y Máxima, terminó hoy con un paseo fluvial por el río Ij y escuchando la llamada "canción del rey", con la que se ha querido que todos los neerlandeses canten en este día histórico.

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La música de la ópera satírica "L'amour des trois oranges", con música y libreto en ruso de Sergei Prokofiev, dio la bienvenida a los reyes de Holanda, que llegaron junto a sus tres hijas, a uno de los muelles del río para realizar ese paseo fluvial, que puso el cierre a sus actividades.

Los reyes de Holanda y sus hijas a bordo de una barcaza con cubierta recorrieron el río, desde la que vieron las distintas representaciones artísticas interpretadas por artistas locales, desde danza clásica al "Bolero" de Ravel.

Mientras escuchaba los compases de esa música, se pudo ver a Máxima Zorreguieta siguiendo el ritmo y exhibiendo la amplia sonrisa que desde hace más de una década ha consquistado a los holandeses.

La reina Máxima reapareció con un vestido de noche de fondo blanco y en tonos burdeos, adornado con pedrería en un escote palabra de honor, y con una pequeña cola, que fue su tercer cambio de vestimenta y peinado del día.

Se tuvo que cubrir los hombros con un chal del mismo tono, ante las bajas temperaturas de este día, y añadirse otro beige en lana poco después.

Para la ceremonia de abdicación de la ya princesa Beatriz eligió un diseño de vestido corto en tonos nude y con un gran lazo en uno de sus hombros, obra del modista belga Edouard Vermeulen, uno de sus preferidos, mientras que para la investidura de su esposo prefirió al holandés Jan Taminiau, que le confeccionó un vestido azul año, con encaje transparente y falda bordada.

La princesa Catalina-Amalia, la heredera al trono de 9 años, y sus hermanas Alexia y Ariane, añadieron una capa beige a sus vestidos azules, obra también de Vermeulen.

Las ceremonias de la tarde, con las que se puso el broche al día en que se produjo el relevo generacional en la dinastía de los Orange, tuvo un tono marcadamente popular y de cercanía al pueblo, después de las celebraciones que la pareja real tuvo con altos dignatarios holandeses e internacionales, y los herederos de 18 casas reinantes del mundo.

Muchos holandeses siguieron el paseo fluvial de su familia real desde las orillas del río, así como desde algunos barcos antiguos.

En las calles de Amsterdam miles de holandeses continuaron de todas las edades y rincones del país, siguieron festejando a Guillermo-Alejandro, de 46 años, y a Máxima, de 41, la pareja real más joven entre las monarquías europeas.

"Es un momento especial, la nueva generación traerá modernidad a la monarquía y Máxima influirá desde la retagurdia la labor de su esposo", dijeron a Efe Silvia y Richard, una pareja que se desplazó desde el este del país para la ocasión.

Los festejos aún se prolongarán hasta la noche y concluirán con el llamado "baile del rey", un evento popular al que se espera que acudan entre 50,000 y 70,000 personas y que cierra dos días dedicados a los Orange y que han costado al contribuyente holandés unos 11.5 millones de euros.

La cadena de televisión pública Nos retransmitió los eventos en directo, que constituyeron su única programación del día.

A primera hora del día y al firmar su abdicación, Beatriz de Holanda subrayó que hoy dejaba "sitio a una nueva generación. Mi hijo asume hoy la responsabilidad de esta nueva función".

Le siguió la jura y la ceremonia de investidura del rey, que no se ciñó la corona como es habitual entre los monarcas de la casa de Orange, ya que no portan físicamente ese símbolo real durante su reinado.

Después ofrecieron una recepción a sus 2,400 invitados de 18 casas reinantes del mundo, así como a autoridades nacionales, al cuerpo diplomático acreditado en Holanda y otros dignatarios invitados.

Cerraron los festejos, junto al primer ministro, Mark Rutte, y con un escuadrón de las fuerzas aéreas que surcaron el cielo de Amsterdam, formando la bandera holandesa, y con una cena para sus invitados, entre los que estaban los príncipes de Asturias.