El próximo G-20 será alejado del ruido, entre bosques y lagos, en Canadá

El G-20, el grupo que se erige como nuevo árbitro de la economía mundial, celebrará su próxima cumbre, en junio del 2010, en Muskoka, un paraje canadiense entre bosques y lagos, en el que es fácil evitar protestas como las de la Cumbre de las Américas de Quebec en 2001.

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Foto de familia de los asistentes a la Cumbre del G20, en Pittsburgh, (Estados Unidos), el 25 de septiembre de 2009.

Si Pittsburgh, sede de la III cumbre del Grupo de los Veinte, ha sido un modelo de la ciudad que ha superado su contaminado pasado y está progresando gracias a nuevas tecnologías y un espíritu más verde, Muskoka es un ejemplo del exhuberante bosque canadiense penetrado por los grupos más pudientes del país.

La región, situada dos horas al norte de Toronto por carretera, concentra muchos millonarios chalets veraniegos de la clase alta de la principal ciudad canadiense.

Pero no sólo los residentes de Toronto visitan Muskoka. Los actores Kurt Russell y Goldie Hawn, entre otros, tienen casa en este lugar donde también se dejan ver con asiduidad Tom Hanks y el director Steven Spielberg.

Tras la cumbre este año del G-8 en la localidad italiana de L'Aquila, ya se sabía que Muskoka sería la sede de la próxima reunión de los siete países más industrializados del mundo más Rusia. Y la celebración de la próxima reunión del G-20 estaba prevista para noviembre en Corea del Sur.

Pero hoy, el primer ministro canadiense, Stephen Harper, y el presidente surcoreano, Lee Myung-bak, anunciaron de forma conjunta en Pittsburgh que la cumbre del Grupo de los Veinte se trasladará a Muskoka para hacerla coincidir con la del G-8.

Canadá ha decidido que del 25 al 27 de junio de 2010, los líderes del G-20 se hospeden y celebren sus reuniones en la localidad de Huntsville, lo que será un desafío logístico para acomodar a los miles de delegados, periodistas y otro personal que hacen posibles estas reuniones.

El grueso de las delegaciones se alojará en un complejo hotelero llamado Deerhurst Resort, en los alrededores de Huntsville. Pero muchas otras personas se tendrán que hospedar a decenas de kilómetros de Huntsville, en chalets o viviendas privadas que ya han empezado a ser puestos en alquiler.

La situación recuerda la cumbre del G-8 de 2002, la primera reunión de los líderes de los países más poderosos del mundo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.

Esa cumbre se realizó también en medio del bosque y las montañas canadienses, en la localidad de Kananaskis, a unos 60 kilómetros de la ciudad de Calgary.

Entonces, los organizadores colocaron en Calgary el centro de prensa para los casi 2 mil periodistas que cubrieron la cumbre.

E impusieron un estricto perímetro de seguridad en torno a la reunión de forma que nadie se podía acercar a menos de 6.5 kilómetros del lugar, lo que evitó cualquier proximidad entre manifestantes y líderes.

La situación fue completamente distinta de la registrada durante la Cumbre de las Américas, celebrada en el 2001 en el corazón de la ciudad de Quebec y durante la que la policía canadiense se empleó a fondo con centenares de manifestantes que protestaban contra la globalización económica a pocos metros del lugar de las reuniones.

Hoy el primer ministro canadiense justificó la decisión de combinar las reuniones del G-8 y el G-20 porque el mundo está "en el medio de ser testigos de una importante transformación de la arquitectura internacional" y que el Grupo de los Veinte se convertirá en "la principal cumbre económica del mundo".

Las palabras de Harper son casi un calco de lo que la Casa Blanca afirmó ayer por la noche en un comunicado que señalaba que "los dramáticos cambios en la economía mundial no siempre se han reflejado en la arquitectura global"

"Tenemos una economía global y una crisis global y hemos visto al G-20, que es un grupo verdaderamente representativo, convertirse en un tipo de gobierno global", añadió desde Pittsburgh el mandatario canadiense.