Evitar otra catástrofe era la principal preocupación de Valeriy Semenov cuando las tropas rusas entraron con sus tanques en Chernóbil, escenario del peor desastre nuclear de la historia. Él y decenas de empleados permanecieron trabajando durante los 35 días de ocupación, en los que la actividad de los soldados invasores provocó un aumento de los niveles de radioactividad.