Cuando Mascherano dice "esto" se refiere a la selección argentina en la final del Mundial de fútbol el domingo ante Alemania. Y cuando ya bien entrada la noche del miércoles ruega a los periodistas que lo dejen "disfrutar un poco", que no le pregunten aún por la final, pocos tienen más derecho a plantear el pedido: sin él, Argentina quizás estaría el sábado en Brasilia midiéndose a Brasil en el anticlímax del partido por el tercer puesto.
Hubo un instante clave en el 0-0 entre argentinos y holandeses en Sao Paulo, resuelto en un 4-2 para los sudamericanos en los tiros desde el punto del penal. Una jugada que se encaminaba a ser gol de Arjen Robben con los 90 minutos agotados. Era el 1-0 para Holanda, el pase a la final y la frustración argentina. Era el regreso de aquel tanto de Denis Bergkamp en el minuto 89 de los cuartos de final de Francia 98 que puso a la "oranje" en semifinales y envió a la albiceleste de regreso a casa.
Pero Mascherano no es Roberto Ayala, el infortunado marcador burlado por Bergkamp en aquella ardiente tarde sobre el Mediterráneo francés. Bajo la fría lluvia de Sao Paulo, el jugador del Barcelona estiró su pierna derecha al límite y desvió con lo justo el toque de zurda de Robben, la situación más clara de gol en todo el partido.
Tan al límite, que un gesto de intenso dolor se adueñó enseguida del argentino. Y un par de horas más tarde era una cierta vergüenza lo que se apoderaba del hombre del Barcelona.
"Me abrí el ano. Qué querés que te diga... Y por eso el dolor. No quiero ser grosero".
Nadie en su país le echaría en cara grosería alguna a Mascherano, un hombre que hace ya 11 años debutó en la selección argentina antes que en el primer equipo de su club, River Plate, y el único argentino que cuenta con dos oros olímpicos en fútbol.
Mediocampista defensivo en el futbol argentino y en la selección, Mascherano aprendió cosas nuevas en el Barcelona, donde Josep Guardiola lo reconvirtió en central. Tras un inicio complicado en Brasil 2014, la salida de Fernando Gago del equipo titular y el ingreso de Lucas Biglia y Enzo Pérez alivió a Mascherano, que a partir de octavos de final ante Suiza pudo dedicarse a lo que mejor sabe, a quitar en el medio y apoyar a la defensa. A ser Mascherano, en definitiva.
Y a arengar, a actuar como capitán aunque desde 2011 haya cedido el brazalete a Lionel Messi. En un fútbol como el argentino, amante de los mitos y de lo vibrante, Mascherano -que estuvo en absolutamente todos los rincones de la cancha haciendo lo adecuado en el momento justo- tiene ya un lugar asegurado entre los grandes momentos de la historia albiceleste.
"Hoy, ¡hoy! Vos te convertís en héroe. ¿Está?", le dijo al arquero Sergio Romero en los instantes previos a la serie ganada 4-2 por Argentina (http://dpaq.de/e5n7R). Romero fue absolutamente obediente y detuvo dos penales holandeses.
La imagen, que se viralizó en cuestión de minutos en la Argentina, dio pie a una parafernalia "mascheriana" que llegó a convertir al hombre con la camiseta "14" en un moderno "Ché" Guevara del fútbol.
En twitter, los #maschefacts fueron trending topic. Dos comentarios dan la idea de la dimensión de ídolo alcanzada por el jugador de 30 años en su país.
"Si mandamos a @Mascherano a negociar con los fondos buitres trae vuelto!!!!!", señaló uno de los comentarios, en referencia a la delicada negociación judicial en Nueva York de la deuda externa argentina.
Otro apuntó a una herida abierta en la historia argentina, la Guerra de las Malvinas: "Mascherano no te recupera la Malvinas, te conquista Inglaterra".
Modesto y moderado fuera del campo, Mascherano intentó situar en su justa medida lo hecho en aquella jugada de Robben.
"Cuando él toca (la pelota) me hace ganar un segundo más a mí. Lo pierde él y lo gano yo".
Robben, que ya sufrió una situación parecida cuatro años atrás al fallar un mano a mano clarísimo en la final de Sudáfrica 2010 ante el español Iker Casillas, habló con resignación tras el partido: "No pude hacer mucho. Debí corregirme porque estaba perdiendo el equilibrio. Quería ir por afuera, pero estaba adentro y él llegó justo a tiempo con su quite".
Un quite que impulsó a la Argentina hacia 30 minutos más de fervorosa disciplina táctica y rumbo a una nueva tanda exitosa en los penales, la tercera victoriosa en cuatro partidos por Mundiales. Y allí, en el quite, antes de los penales y en todas partes, estaba Mascherano. (DPA)