Los treinta cuadros, todos óleos sobre tabla de unas dimensiones que van de los 0,30 por 0,30 metros a un metro por un metro, serán mostrados en la capital mexicana y antes en Sevilla (sur de España), en lugares que aún están por determinar, según dijo a Efe el pintor sevillano, de 62 años.
Un retrato de Frida Kahlo efectuado en 1939 por el fotógrafo Nicholas Muray, que fue amante de la pintora mexicana, ha sido el determinante para que Fausto Velázquez se embarcara en este proyecto pictórico que le ocupa por completo desde hace varios meses: "Los pintores somos un poco neuróticos, y cuando encontramos un tema que nos gusta...".
El pintor ya ha concluido los primeros doce cuadros y confía en terminar los restantes en el plazo de un año, si bien confiesa que uno de los más pequeños le ha ocupado un mes entero, trabajando siete días a la semana: "Pinto como los antiguos, soy minucioso; hay dos tipos de pintores, los de caballete y los de mesa; yo pinto sobre la mesa, encima del cuadro".
"Frida Kahlo no era guapa pero tenía un gran atractivo; era hija de alemán y mexicana descendiente de española... Me interesa sobre todo como personaje, por lo que significó para la liberación de la mujer; fue una mujer libre, tuvo amantes de ambos sexos y, aunque amó a su marido (el pintor mexicano Diego Rivera) nunca fue una esclava de ese amor", explica.
Paradójicamente, el artista español no es muy partidario de la pintura de Kahlo porque la ve "demasiado torturada", ya que "toda su vida estuvo marcada por los padecimientos que le dejó el accidente (de tráfico) que sufrió de joven; su vida fue de supervivencia, ayudada por la morfina", evoca el pintor.
Velázquez, que se ríe recordando cómo Frida Kahlo "odiaba a los surrealistas franceses, a los que consideraba unos señoritos de izquierdas", hará uno de los retratos copiando una foto en la que aparece, con la cabeza envuelta en un pañuelo, asistiendo a una manifestación del 1 de mayo, un mes antes de su muerte, llevada en silla de ruedas, con el rostro marcado por el dolor.
Como prueba del carácter y de la acusada personalidad de Frida Kahlo, Velázquez recuerda que, seis días antes de su fallecimiento, se hizo trasladar en su lecho para inaugurar una exposición de sus cuadros.
En otro de los retratos, Velázquez plasma a Kahlo ataviada con un mantón de Manila diseñado por los modistos sevillanos Vittorio y Lucchino, amigos y vecinos del pintor.
Para hacer esta obra, Velázquez fotografió a una amiga vistiendo el mantón, de modo que ha copiado simultáneamente del retrato de Nicholas Muray -el rostro de Frida- y de la foto de su amiga -la caída del mantón sobre los hombros-.
Del mismo modo que ha retratado a Kahlo con varios vestidos, Velázquez ha pensado que el colofón de la serie de retratos lo integrarán tres mujeres vestidas como ella en la foto de Muray, la primera de las cuales ya ha decidido que será la cantaora Dorita "La Algabeña", quien efectuó buena parte de su carrera artística en México, actuando en los mismos espectáculos que Lola Flores.
Fausto Velázquez es paisano de Dorita, natural de la localidad sevillana de La Algaba, a la que tiene previsto donar su colección de obras de arte, integrada por unos trescientos cuadros, más de medio centenar de esculturas y varios cientos de grabados, así como una talla atribuida a Martínez Montañés, entre otras antigüedades.
El pintor aún no ha determinado quiénes serán las otras dos mujeres sevillanas que les servirán de modelo para el colofón, pero confía en la improvisación y espera encontrarlas por la calle.