A la precariedad de la red de aeropuertos y carreteras y a los graves problemas de tránsito en las grandes ciudades brasileñas se suma el retraso en las obras de seis de los 12 estadios del Mundial.
Los estadios que faltan no estarán listos en diciembre, y al menos uno de ellos -precisamente el de Sao Paulo, donde se jugará el partido de apertura el 12 de junio- recién será entregado a mediados de abril, según admitió la propia FIFA.
Las obras del estadio paulista fueron demoradas por la caída de una grúa que instalaba el techo de la arena, que causó la muerte a dos obreros y damnificó parte de las tribunas a fines de noviembre.
Días después, cuando participaba en el sorteo de los grupos del Mundial en el resort de Costa do Sauípe, el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, rogó "a Dios, a Alá o a quien fuere" para que no hubiese más accidentes en estadios brasileños.
Pero las fuerzas divinas no escucharon a Blatter, ya que el último fin de semana un obrero falleció al caer de una altura de 35 metros cuando instalaba reflectores en la arena de la amazónica y calurosa ciudad de Manaos, que recibirá cuatro partidos de la fase de grupos, entre ellos el clásico entre Italia e Inglaterra.
Las investigaciones sobre el accidente paralizaron por tres días una parte de los trabajos de construcción del estadio, cuyo plazo de entrega no está definido. Según el gobernador de Amazonas, Omar Aziz, podría postergarse también hasta abril, dos meses antes del Mundial.
Los problemas logísticos no son los únicos que preocupan al gobierno brasileño, que también teme que se repitan durante el Mundial las masivas protestas populares que sacudieron al país durante la Copa Confederaciones en junio pasado. Las críticas a los 11.000 millones de dólares invertidos para preparar la cita y la demanda de mejores servicios públicos siguen figurando en la agenda.
"No va a haber Copa", advierten los líderes de las manifestaciones en las redes sociales, en una clara muestra de su intención de volver a la ofensiva en junio de 2014.
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, quien buscará la reelección en los comicios generales que se celebrarán en octubre del próximo año, tres meses después del Mundial, minimizó los riesgos y aseguró en Costa do Sauípe que el país realizará "la madre de todas las Copas". "En Brasil el fútbol está en casa", destacó.
Pero Blatter dejó en claro su preocupación y durante su discurso en el sorteo de los grupos hizo un llamado a los brasileños "para que, a través del Mundial, se unan entre sí y se unan a todo el mundo" y otorguen al fútbol "el valor que le corresponde, dentro y fuera del terreno de juego".
Más allá de los problemas, los brasileños se ilusionan ante la posibilidad de conquistar en casa el "hexacampeonato", romper el ayuno de títulos mundiales que se mantiene desde 2002 y sepultar el trauma del "maracanazo" de 1950, cuando cayeron por 2-1 ante Uruguay en la final disputada en el mítico estadio Maracaná.
La conquista de la Copa Confederaciones, con un triunfo por 3-0 sobre el campeón mundial España en la final, reavivó el optimismo de la hinchada brasileña, que cree que el seleccionador Luiz Felipe Scolari, quien comandó la victoriosa campaña del "penta" en Corea/Japón 2002, logrará cumplir su promesa de alzarse con el título en 2014.
La promesa de "Felipao" fue avalada este mes por su asistente técnico, Carlos Alberto Parreira: "Nosotros vamos a ganar la Copa del año que viene".
"La selección no volverá a perder. Es impensable e inimaginable que Brasil no gane el Mundial", aseguró Parreira, confiado en que la ilusión sepulte todos los temores.