La marcha fue una de las mayores organizadas hasta la fecha por el movimiento antinuclear nipón y contó con la participación de entre 130.000 y 160.000 personas, según indicaron a Efe los organizadores, sin que por el momento las autoridades hayan confirmado una cifra.
La jornada sirvió también para recoger firmas para instar al Gobierno a la desnuclearización del archipiélago, crear "una sociedad sostenible y pacífica" y cambiar su política energética, informó el grupo nipón "Sayonara nukes" ("adiós nucleares"), organizador del evento.
La marcha partió hacia varios puntos de la ciudad desde el céntrico parque de Yoyogi, donde se dispusieron escenarios donde hubo actuaciones y discursos de intelectuales y artistas a favor de este movimiento, entre ellos el premio Nobel de literatura Kenzaburo Oe.
En una calurosa jornada, manifestantes de todas las edades criticaron con proclamas y cánticos la reapertura, hace un mes, del reactor nuclear de la planta de Oi (centro de Japón), el primero en ponerse en marcha tras el accidente en Fukushima, que obligó a paralizar gradualmente todas las centrales del país.
"Me siento insultado por el Gobierno, que ha reactivado esa central después de que tuviera lugar el gran accidente nuclear (en Fukushima)", denunció Oe en la marcha.
A esa reapertura le seguirá otra, este miércoles, de una segunda unidad en esa misma central a fin de evitar la escasez energética en los meses de verano en Japón, que antes de la crisis nuclear obtenía el 30 por ciento de su energía de las plantas atómicas.
Entre los activistas se encontraba Seki Hisao, un agricultor de 61 años que llegó a pie a Tokio desde Nihonmatsu, a más de 200 kilómetros, en una marcha personal de protesta que le llevó diez días.
Atada a su pancarta Hisao mostraba una bolsa de cenizas recogidas en su localidad, que entregará mañana en la sede de la eléctrica TEPCO, dueña de la central nuclear accidentada, "como símbolo de aquello a lo que la población de Fukushima vive expuesta desde el 11 de marzo del año pasado", explicó a Efe.
Otro de los activistas, Iwamura Haruya, defendía el apagón atómico definitivo "para evitar que se produzcan nuevas víctimas".
"Soy de Nagasaki (ciudad que sufrió un ataque nuclear al término de la II Guerra Mundial) y soy hijo de víctimas de la bomba atómica. No quiero que nadie más sufra ese mismo destino", concluyó.