Los políticos, dijo, no podemos vivir en el conflicto, convertir diálogo en intercambio de diatribas o ser esclavos de prejuicios y obsesiones que siembran resentimiento.
La historia demuestra que el descrédito, persecución o encarcelamiento de los opositores con la justicia como pretexto, son recursos de los Estados autoritarios para conservar el poder en contra o al margen de la voluntad ciudadana.
El líder cameral señaló que una forma de autoritarismo es la intromisión de los gobiernos en las elecciones con la conversión de funcionarios en activistas electorales de facto y el uso de recursos públicos para comprar voluntades.
Estos actos, explicó, son ilegales y violan el derecho de los ciudadanos a elegir libremente gobernantes y legisladores, porque entrañan manipulación de la información y la opinión ciudadana.
El autoritarismo necesita y prohíja la aceptación social y para ello crea la percepción de riesgo y caos que induce a parte de la población a clamar por un gobierno de “mano dura” capaz de imponer orden.
A la vez, continuó, inventa un “enemigo” carente de voluntad y determinación para imponer la disciplina social, que justifique la continuidad de sus políticas.
En México eso podría explicar que se haya planteado el combate al crimen como “guerra” y que se movilicen los mecanismos formales e informales de propaganda para crear la impresión de que el PRI es el “enemigo”.
Con igual intención se recurre a presiones sobre las autoridades electorales, encuestas que falsean la realidad, uso indebido de recursos, persecuciones mediáticas, etcétera, manifestó Francisco Rojas.
El PRI espera que no se incurra más en el uso de recursos públicos con fines electorales ni en otras prácticas que no sólo contradicen el credo democrático, sino que a menudo se colocan en la ilegalidad y eso, en un país que necesita el fortalecimiento del Estado de derecho, es por todos conceptos reprobable.
Sin duda, señaló el coordinador parlamentario México necesita el pronto restablecimiento del tejido social, no sólo por elemental justicia, sino por bien del país.
No es justo ni ético continuar debilitando a las instituciones ni erosionando la credibilidad de los actores políticos, de ahí que los priistas desechemos el encono y el odio fratricida y buscamos el restablecimiento de la paz y la tranquilidad, que son el clamor genuino de la sociedad.
Al finalizar, reconoció que hoy la gente se ocupa más de sus problemas cotidianos que de los asuntos públicos, pero también cada ciudadano sabe que a través del voto puede remover a un grupo político cuando sus resultados son tan desastrosos.