Pirineos-Monte Perdido: el valor del pastoralismo y de la ganadería extensiva

Evitar la desaparición de la ganadería extensiva y fomentar la actividad pastoral como bien que ha modelado el paisaje pirenaico desde tiempos inmemoriales es el fin de una estrategia conjunta hispano-francesa para el sitio Patrimonio Mundial Pirineos-Monte Perdido, que se extiende a ambos lados de la frontera.

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Este plan es una de las acciones que se han desarrollado dentro del proyecto Interreg Poctefa Pirineos-Monte Perdido Patrimonio Mundial 2 (PMPPM2), cofinanciado al 65 % por los fondos Feder, que debía concluir en 2020 y que se ha prorrogado hasta el próximo 30 de junio debido a la pandemia de covid-19.

Junto al Parque Nacional francés de los Pirineos y el de Ordesa y Monte Perdido, en Huesca, son socios de este Poctefa el departamento francés de Altos Pirineos, el Ayuntamiento de Gavarnie-Gèdre, como jefe de filas, la Oficina de Turismo de los Valles de Gavarnie y la comarca oscense de Sobrarbe.

El proyecto es continuación de un Poctefa anterior, en el que se elaboró un plan de gestión del bien Pirineos-Monte Perdido.

Ahora se han implementado las acciones de ese plan para poner en valor y dar a conocer su patrimonio natural y cultural, así como la apropiación del mismo por parte de la sociedad y de sus gestores para reforzar el atractivo de este bien "transfronterizo y mixto", ya que su declaración como patrimonio mundial en 1997 se debe a sus valores tanto naturales y geológicos como culturales.

PLAN DE ORDENACIÓN PASTORAL EN UN BIEN PATRIMONIO MUNDIAL

Así, la elaboración del plan de ordenación del pastoralismo pretende trabajar la relación entre los pastores y los paisajes de esta zona transfronteriza, comprendida entre los valles Gédre-Gavarnie y la comarca de Sobrarbe, y "valorizar el criterio cultural de este patrimonio mundial", según explica el técnico de Gédre-Gavarnie Lionel Mata.

El plan en la vertiente española ha contado con la participación de los ganaderos y sectores relacionados con la actividad en distintas reuniones desarrolladas en 2019 y 2020, dificultadas por la pandemia, según reconoce la directora del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido y coordinadora de esta acción, Elena Villagrasa.

La fase final es la elaboración de un documento conjunto entre las vertientes española y francesa, porque "el problema y la gestión del monte es común", que se colgará en ambos idiomas en la web del sitio pirineosmonteperdido.com.

La estrategia busca una propuesta de gestión que contribuya al mantenimiento de la ganadería extensiva y a formular soluciones a los problemas más relevantes para su futuro en el sitio, ya que se encuentra "en claro declive", asevera Villagrasa, y su desaparición supondría un cambio del paisaje del patrimonio mundial Pirineos-Monte Perdido.

LA INTERACCIÓN ENTRE EL HOMBRE Y EL PAISAJE

Las dificultades que atraviesa la ganadería es también una de las preocupaciones del presidente de la comarca de Sobrarbe y alcalde de Puértolas, José Manuel Bielsa, quien evoca el trabajo desarrollado por los antepasados y los acuerdos transfronterizos alcanzados sobre la gestión de los pastos en la configuración del bien Pirineos-Monte Perdido como territorio excepcional.

Destaca, en este sentido, que la declaración de Pirineos-Monte Perdido como patrimonio mundial de la Unesco desde 1997 -del que forma parte el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido más alguna zona periférica en la parte española, y los circos de Gavarnie, Estaubé, Troumouse y Barroude del Parque Nacional francés-, reconoce la geología y el medio ambiente, pero también el trabajo desarrollado por el hombre para protegerlo y moldearlo.

Una labor de sus antepasados que ahora debe continuar, apunta, y que deben gestionar las administraciones "de forma conjunta pensando en el futuro".

Bielsa advierte del peligro de desaparición de las "terrazas" de cultivo escalonadas existentes en Sobrarbe, que surgieron de la antigua necesidad de aprovechar el poco terreno que tenían para cultivar cereal o patatas.

Ya no se utilizan para ese fin y están perdiendo su fisonomía bajo la vegetación porque, aunque actualmente los usa la ganadería, también está en retroceso en la zona, lamenta.

MALLATA DE SESA: LA RECUPERACIÓN DE UN SÍMBOLO

Dentro de las acciones desarrolladas en este Poctefa para poner en valor la impronta de la vida pastoril en las montañas del bien Pirineos-Monte Perdido se rehabilitó la mallata de Carduso de Sesa, una cabaña de piedra tradicional de alta montaña que se encontraba muy derruida y que levantaron, con el método de la piedra seca, 27 voluntarios.

Ubicada en el Parque Nacional de Ordesa, con el macizo de Monte Perdido al fondo, la restauración se llevó a cabo durante una semana en colaboración con este espacio y el Geoparque de Sobrarbe "como símbolo de lo que ha significado el pastoralismo en el bien y la importancia de estas construcciones".

Construcciones que servían de abrigo a los pastores y para guardar aperos y que con el cambio en la forma de trabajar la ganadería han caído en desuso y se van abandonando, por lo que su recuperación fue "muy emotiva", según describe María Pilar Ara, técnico de Promoción de la comarca de Sobrarbe.

LA TRASHUMANCIA: ACUERDOS QUE PERDURAN Y LAZOS QUE SE ESTRECHAN

La significación del pastoralismo, de la ganadería extensiva y de las relaciones transfronterizas existentes durante siglos entre los territorios que configuran este bien patrimonio mundial se recogió en otra acción de este Poctefa, un documental de 16 minutos de duración sobre la trashumancia que anualmente realizan casi mil cabezas de vacuno desde España a Francia por el puerto de La Bernatuara.

Daniel Magallón, ganadero de 40 años de la localidad de Fragen, narra que sólo ha faltado uno a esta tradición que se remonta a siglos atrás y a acuerdos "con Napoleón" que permiten exclusivamente a los ganaderos del valle de Broto pasar el ganado a pastar a Francia, en el entorno del ibón de Bernatuara (lago de montaña), donde la hierba es más fresca en verano y las vacas tienen más terreno.

Son siete u ocho pueblos los que se benefician de este acuerdo, con entre 800 ó 1,000 cabezas de ganado que pasan todas juntas la frontera el 22 de julio hacia el norte, desde el puente de Bujaruelo, para volver ya de forma escalonada y "dependiendo del clima y de la nieve" porque hay que atravesar el puerto, ubicado a 2.400 metros de altitud.

Magallón es de los primeros en volver, a finales de septiembre, aunque otros ganaderos aguantan hasta finales de octubre y algunas vacas, ya acostumbradas por los años, "vuelven solas".

En el valle de Broto hay actualmente unas 2,800 cabezas de vacuno -de raza parda alpina la mayor parte- y antiguamente también las ovejas, cuya cabaña es de 5.000 cabezas, hacían la trashumancia, pero requieren "más cuidado y la presencia de un pastor", recuerda Magallón.

Subraya la exigencia y privaciones de ese trabajo, pese a haberse incorporado al oficio por voluntad propia y sin seguir la tradición familiar, y valora la "suerte" del valle de Broto, donde se han producido "muchas incorporaciones y mucha gente joven en los últimos cinco años", aunque antes había entre 60 u 80 ganaderos y ahora son unos 25 "con mayor número de vacas".

La tradición de la trashumancia a la Bernatuara se completa con una comida de hermandad el 22 de julio en las proximidades del ibón, que cada año aporta un país y que estrecha los lazos de amistad entre los habitantes de ambas zonas de la frontera.

Es también esa jornada, asevera Magallón, la "reivindicación de la ganadería extensiva y de la importancia de tener los montes limpios para el pasto y bien conservados".