Se trata de las B-esterasas, unas proteínas que "funcionan como enzimas de hidrólisis, es decir, que sirven para romper moléculas más grandes, y que se encuentran en el plasma de las tortugas".
"Hasta la fecha, la comunidad científica desconocía que estos biomarcadores, tradicionalmente usados para evaluar la exposición a pesticidas, podrían informar también de la exposición de estos quelonios a componentes químicos de los plásticos", aseguran desde el ICM-CSIC.
En el estudio, publicado en la revista Science of the Total Environment y cuya investigadora principal es Montserrat Solé, se analizó un total de 191 muestras de plasma de tortugas del Centro de Recuperación ARCA del mar del Oceanogràfic de Valencia (este de España), correspondientes a individuos salvajes que se encontraban en fase de recuperación tras haber sido capturados de forma accidental por los pescadores.
El equipo investigador confirmó que "el estrés causado por el manejo de las tortugas durante su captura no altera la respuesta de estos biomarcadores", por lo que "queda avalado el uso de estos parámetros en animales capturados accidentalmente, y su uso como centinelas de la contaminación plástica en el océano".
Desde el ICM-CSIC explican que, para ampliar el uso de las B-esterasas también como biomarcadores en cetáceos, ya se comenzó a trabajar con los delfines del Oceanogràfic.
Según el centro, de cara a futuras investigaciones, el equipo pretende "complementar y validar el uso de estos biomarcadores con la incidencia plástica en excretas de tortuga enmarcadas en el proyecto CAQUA de la Universidad de Montpellier".
El objetivo final del proyecto es "poder implementar estas medidas en especies marinas capturadas accidentalmente y exportar esta metodología de bajo coste a países con menos recursos económicos".