En la 'Chinatown' de la capital tailandesa, que apenas empieza a recuperar su vibrante turismo, decenas de tiendas callejeras y restaurantes ofrecen una infinidad de opciones de preparo con tiburón -como sopas, guisados, aletas revueltas o filetes enteros- a precios que salen el doble o incluso el triple de los platos más convencionales.
"La gran mayoría de los clientes piden el tiburón con arroz, la sopa de aletas o el filete (cuyos precios varían entre 14 y 274 dólares). Son los platos más populares y las estrellas del restaurante", dice a Efe la recepcionista de un establecimiento especializado en tiburón.
Aunque son habitualmente asociadas a la cultura china, la popularidad de las recetas con tiburones parece mantenerse intacta en ese barrio de Bangkok, a pesar de la drástica caída en el número de turistas procedentes del gigante asiático, que se desplomó un 83.2 % en 2020 y un 98.9 % en 2021 a causa de la covid.
"Los turistas están volviendo, el movimiento está casi igual a lo que era antes de la pandemia. Los clientes chinos disminuyeron, pero hay muchos extranjeros que quieren probar la sopa (de aletas) simplemente por curiosidad", asegura a Efe el dueño de una modesta tienda callejera que ofrece platos con tiburón a precios más asequibles, de entre 8 y 14 dólares.
UN COMERCIO QUE AMENAZA AL ECOSISTEMA MARINO
Según datos de la ONG Wild Aid, más de 73 millones de tiburones mueren cada año solo para la producción de sopas, mientras que un estudio de la Universidad Internacional de Florida publicado este mes mostró que más del 70 % de las especies de tiburón cuyas aletas se comercializan están en peligro de desaparecer.
"Mucha gente aún asocia las aletas de tiburón al lujo. Es algo caro, raro de encontrar, entonces las personas las ven como un artículo para ostentar su estatus", explica en una entrevista con Efe el científico y consejero de Wild Aid, Petch Manopawitr.
Si bien su consumo es especialmente popular en territorios chinos, la pesca, compra y venta de tiburones aún está legalizada en varios países. Es el caso de Tailandia, que desempeña un "papel clave" en el comercio mundial de esos animales y es el mayor exportador de aleta de tiburón procesada de bajo valor, según un informe de la ONG.
Ello se debe en gran medida al hecho de que China es su principal socio comercial, con un flujo de comercio bilateral que alcanzó los 103.750 millones de dólares en 2021, además de responder por cerca del 30 % de los turistas extranjeros que visitaban Tailandia anualmente antes de la covid-19.
AMBIENTALISTAS ALERTAN DE RIESGOS
Así ante la aún elevada demanda por tiburones, sumada al "limbo" en materia de regulación para su pesca y comercio, ambientalistas lanzaron el pasado mes una compaña de concienciación en el país para alertar sobre la alarmante reducción en las poblaciones de esos animales, lo que desató críticas de una parte de los comerciantes de esos productos.
"Ya sé que mucha gente, sobre todos los extranjeros, están en contra del consumo de tiburón. Por eso no quiero exposición, pero todo lo que te digo es que uno tiene que buscar su sustento", afirma a Efe la propietaria de otro comercio.
Sin embargo, para el consejero de Wild Aid, "hacer que el público entienda las consecuencias" de la pesca y comercio desenfrenados de esos animales es fundamental para alcanzar un "cambio en las políticas" de protección, fiscalización y aplicación de las leyes.
"Es inaceptable disparar a un tigre en el bosque, pero a los tiburones aún se pueden capturar normalmente, aún los vemos en el mercado de productos frescos. En términos de protección, ellos realmente se quedan atrás en comparación con otras especies en peligro de extinción", matiza Manopawitr.