Se trata de 27 aldeas cuya marca se ha distinguido como destino del turismo rural más ancestral y que en tiempos de Covid ha cobrado aún más relevancia por la seguridad que ofrece una región alejada de las grandes ciudades.
"Disfrutar del tiempo y del silencio, eso es lo que más le gusta a las personas", asegura a EFE Manuela Margalho, que regenta una casa de turismo rural en Janeiro de Cima, un destino visitado especialmente por turistas de Portugal y España.
Sus gentes son "la identidad más genuina de Portugal", reflejo de la "profundidad cultural" lusa, y "la simiente de la vida portuguesa", asegura Rui Simão, director de las institución que agrupa a las Aldeias do Xisto, ubicadas en la región Centro portuguesa, a caballo entre el río Zêzere y el norte del Tajo y flanqueadas por las sierras de Lousã y Açor.
ALDEAS ABANDONADAS RECUPERADAS
La segunda vida de las Aldeias do Xisto arranca en el año 2000, cuando surgió la idea de recuperar una serie de aldeas despobladas, algunas abandonadas por completo a causa del éxodo rural. A finales del siglo XX, sus vecinos buscaron un futuro en las grandes ciudades portuguesas o en otros países como Francia, Suiza o Alemania.
Todas tienen un denominador común, la piedra negra de pizarra, conocida como "xisto", que supone, a primera vista, un atractivo para el visitante.
Tras una serie de iniciativas de recuperación arquitectónica, asegurando la calidad de vida y la forma de trabajo de los moradores, se creó en 2003 el marchamo de las Aldeias do Xisto, como una fuente de recursos económicos basada en el turismo rural.
La dimensión que ha adquirido el proyecto en los últimos años ha llevado incluso a la creación de un sitio de reservas denominado "Book in Xisto", que tiene asociados más de 150 alojamientos repartidos por los 27 pueblos.
OFICIOS EN EXTINCIÓN
En Janeiro de Cima, el viajero descubrirá la experiencia de tejer el lino como se hacía antaño.
La última superviviente de este oficio es Rosa Gomes Pereira, responsable de la "Casa das Tecedeiras" (Casa de las Tejedoras).
Se trata de una casa-museo en la que Rosa, además de mostrar al visitante cómo era este oficio, elabora por encargo tapetes, paños o mantas de lino usando los antiguos telares.
Navegar por el río Zêzere en una antigua barcaza de madera cuyo único remo es una vara larga es otro de los atractivos de la aldea.
"Antiguamente se usaban para transportar de orilla a orilla la mercancía que venía del otro lado de la Serra de Lousã", explica Pedro Corça, que se encarga de los paseos por el río entre los parajes del desfiladero, un remanso de paz donde "se puede escuchar el silencio".
En verano, Acacio Gaspar, de 81 años, decide colocar su "sentajo" en mitad de la calle para elaborar cestos de mimbre.
"Me gustaría enseñar el oficio a alguien, pero no queda nadie", lamenta a EFE.
Regresó a su aldea natal tras pasar 40 años en Francia como emigrante y practica cestería "para pasar el tiempo" y sumar unos ingresos extras a su pensión.
También "superviviente" de oficios en extinción es la señora Isilda, que cada día pastorea con su media docena de cabras por los alrededores de Ferraria de São João.
"Me encanta hacer 'workshop' para todos los que vienen a visitarnos", explica la cabrera, satisfecha por las ventas de su queso artesanal.
Fofinha, Gravatinha o Carlinha -algunas de sus cabras- y el macho del rebaño, Figo, pueden ser ordeñados por los visitantes, que después tienen la opción de elaborar sus propios quesos con la única ayuda de sus manos.
Durante el paseo por las callejas de Ferraria es fácil encontrar a José Adelino, un joven cabrero que, lejos de emigrar, ha preferido quedarse el mundo rural y vivir de su rebaño de 30 animales.
GASTRONOMÍA RURAL
La gastronomía de los pueblos de las Aldeias do Xisto basa su éxito en las recetas ligadas al terruño y a la producción agroganadera del entorno. El resultado, platos únicos.
El mejor ejemplo es el "Maranho", que sirven en el restaurante de Janeiro de Cima y cuyo principal ingrediente es el duodeno de las cabras viejas.
Carne de cabra, jamón, chorizo, arroz y un tomillo de la zona denominado "serpão" ("Thymus serpyllum") se embuten en la tripa de la cabra que es cosida a mano.
La "chanfana" es otro de los platos que llaman la atención: carne de una cabra vieja cocida en horno de leña con vino tinto.
Y entre sus postres, la afamada "tijelada", elaborada con huevos y azúcar y que se mete al horno en una "tijela" (cuenco) para después servir templada.
TURISMO PARA ARTISTAS
Uno de los símbolos de las Aldeias do Xisto es la población de Cerdeira, donde parece que se acaba en mundo ya que está situada al final de la subida de una las montañas que flanquean la ciudad de Lousã.
Cerdeira fue abandonada y desde finales del siglo pasado comenzó a ser recuperada como centro de inspiración y residencia artística. Una idea que atrae cada año a músicos, literatos, pintores, diseñadores o ceramistas de todo el mundo, apunta Miguel Neto, responsable de un taller de arte.
La coordinadora de este proyecto es la joven Joana Salgado y recuerda a EFE que la idea se fraguó cuando dos artistas que en 1988 estudiaban en la Universidad de Coimbra visitaron esta aldea.
La escultora alemana Kerstin Thomas y Bernard Langer "descubrieron" el potencial artístico de Cerdeira a finales de los 80 y, gracias a ellos, la aldea es hoy una de las más visitadas de Portugal.
Sus escarpadas laderas son también muy frecuentadas por atletas de elite de todo el mundo que acuden a la zona para prepararse antes de grandes citas internacionales.
Las Aldeias de Xisto reciben alrededor de medio millón de turistas al año. Su condición "sine qua non": recibir a los visitantes sin alterar la forma de vida de sus pobladores oriundos.