Y la consecuencia es el olor acre que casi todas las noches se propaga por las ciudades. Y no procede prácticamente del tránsito callejero: viajar en auto es caro, por lo que miles renuncian a su matrícula. La imagen de esta Navidad en Grecia también fue desoladora.
De todas maneras hubo festejos, aunque estos fueran discretos. "Debemos luchar y esto solo puede hacerse si no se pierden el valor y la esperanza", apunta la jubilada Gianna Ioannidou. Su ingreso de unos 460 euros mensuales alcanzó este año para un pequeño regalo para su nieta de 11 años: "Una impresora usada por 35 euros para su computadora. Para ello no compré fuel para diciembre", relata.
Su vecino, el empleado de la central de abastecimiento de aguas Dinos Kyriakides, de 56 años, viene de realizar un trámite: "Entregué la matrícula", dice y mira con tristeza en dirección a su vehículo estacionado hace largo tiempo. "Lo compré hace cuatro años, cuando todavía creíamos que la crisis no duraría mucho más. Ahora ya no puedo hacer frente a los impuestos", cuenta. Su familia ya solo viaja en tren.
Pero la familia Kyriakides no está sola: antes de la llegada del nuevo año, se forman a diario largas filas en las oficinas de impuestos porque numerosos griegos quieren devolver las matrículas de sus coches, según muestran las imágenes en la televisión griega.
El caricaturista Ilias Makris intenta aportar una cuota de humor a la situación. Su viñeta de Nochebuena en el diario conservador ateniense "Kathimerini" muestra una larga hilera ante una oficina de impuestos para dar de baja los vehículos y sus matrículas. Y bien atrás en la fila está Papá Noel, que quiere devolver a los renos de su trineo.
Mientras tanto, sobre Atenas flota una nube gris y marrón. El fenómeno adquirió "dimensiones amenazadoras", especialmente para los niños y los enfermos crónicos, advirtió la asociación de médicos.
"Aquí apesta. Asqueroso", se queja Maria Papagiannidou, quien está enferma de cáncer. "No pude respirar bien en toda la noche. ¿Volvieron a quemar en el hogar muebles viejos?", pregunta apuntando a sus pulmones enfermos.
Es que la quema de madera tiene consecuencias alarmantes. En todas las ciudades los habitantes esperan que llegue el viento, porque de lo contrario la situación se convierte en insoportable. Las partículas de polvo superaban en los tres días previos a Navidad por amplio margen el valor límite de 50 microgramos de partículas de polvo por metro cúbico.
Con medidas que va improvisando sobre la marcha, el gobierno del primer ministro conservador Antonis Samaras busca hacer frente a la "nube", como se denomina en lenguaje popular a la contaminación del aire. A través de la radio y la televisión, los ciudadanos son instados a no quemar maderas. "Qué lindo. ¿Puede decirnos el señor Samaras cómo calentar el cuarto de nuestros hijos?", se preguntan luego por televisión los habitantes del barrio pobre de Keratsini en el Pireo.
Muchos están indignados: La troika integrada por la Unión Europea (UE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE) quiere evitar una rebaja del precio del combustible para la calefacción. Entonces se perderían muchos ingresos por impuestos, analizan. Pero los griegos afirman que ésta es una posición casi sádica de los acreedores.
Porque el aire envenenado lo respiran todos, ya sean pobres o ricos. "El dinero que presuntamente ahorramos por los impuestos al fuel pronto lo gastaremos en el sector salud. Tanta es la miopía de la troika", señala un comentario de la emisora de televisión griega Mega la noche de Navidad.
Justamente para estas fechas se hace notar la falta de dinero en muchas familias griegas. Cada vez menos empresas entregan una paga extra de Navidad, según señalan los sindicatos. Más de 6,000 empresas no lo habrían pagado, pero de todas maneras les exigieron a sus empleados que firmaran que se les había entregado el dinero en efectivo. Un 35 por ciento de la fuerza laboral trabaja en negro.
Con todo hay un rayo de esperanza: en el próximo año se espera por primera vez nuevamente un crecimiento marginal de la economía del 0.6 por ciento. Y también que el desempleo retroceda un uno por ciento, según prometen el gobierno y la troika.
"Eso es una buena noticia. Si el año que viene aún estamos aquí", comenta un ingeniero químico de 24 años. Es que ya se postuló a un empleo en Holanda y, al igual que un amigo, planea emigrar en la primavera de 2014.