El líder republicano en el Senado, de 77 años, llevará la voz cantante a la hora de decidir si la Cámara Alta convoca nuevos testigos o exige más documentos para investigar a fondo si Trump incurrió en abuso de poder cuando presionó a Ucrania por motivos partidistas, como indican los cargos políticos en su contra.
Pero McConnell, un imperturbable estratega cuyo pragmatismo se ha convertido en un valioso mecanismo para los republicanos en la era Trump, ha dejado claro que no será un "miembro imparcial del jurado", como exige la presidenta de la Cámara Baja, Nancy Pelosi.
"No tengo más remedio que permitir (que ocurra el juicio político), pero espero que dure bastante poco, y mantendré una coordinación total con la Casa Blanca y con quienes representan al presidente", dijo McConnell durante una entrevista con la cadena Fox News en diciembre.
Aunque el proceso contra Trump es político y por tanto no es realista esperar que los senadores actúen como un jurado imparcial, McConnell parece poco dispuesto a permitir que los "fiscales" demócratas de la Cámara Baja exploren en profundidad el caso contra el mandatario.
El legislador no ha dado ninguna garantía de estar dispuesto a convocar a nuevos testigos como el exasesor de seguridad nacional, John Bolton, que se ha ofrecido para comparecer; aunque tampoco ha descartado que pueda hacerlo.
Como en tantas otras batallas a lo largo de su extensa vida política, McConnell prefiere "no mostrar sus cartas", en palabras de la senadora republicana Shelley Moore Capito.
"Lo único que hay en su radar son los 51 (votos republicanos necesarios para impedir que los demócratas influyan en las reglas del juicio político). No importa lo que opine personalmente", aseguró Moore Capito al diario Politico.
La batalla sobre los testigos y documentos tardará aún un poco en estallar, sin embargo, porque McConnell ha decidido dejar que los "fiscales" expongan su caso en el juicio político antes de sentarse a negociar con el líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer.
El líder republicano más veterano de la historia del Senado de EE.UU., con trece años en ese papel y un total de 35 como senador, se juega además en este "impeachment" su propia supervivencia en la Cámara Alta: en noviembre competirá por la reelección contra una exmarine demócrata que promete darle guerra en su estado, Kentucky.
Pocos esperan que McConnell pierda su escaño, pero la popularidad de Trump en Kentucky promete influir en su labor durante el juicio político, en el sentido de comulgar con el dogma de una Casa Blanca que tacha el proceso de "farsa" y dejar poco margen de influencia a los escasos republicanos que se lo toman en serio.
McConnell también está centrado en retener en las elecciones de noviembre la exigua mayoría republicana en el Senado, que ahora es de apenas 53 escaños, y evitar que un juicio político prolongado o lleno de testigos instale la menor sombra de duda en los estados donde triunfa la "marca Trump".
Hace años, el humorista Jon Stewart comparó a McConnell con una tortuga por su semblante arrugado e impasible, que apenas parece mover la boca cuando habla y cuyas declaraciones parecen desprovistas de todo rastro de emoción humana.
A lo largo de su carrera, al senador le han definido también como "un batido de vainilla sobrecalentado" o "un hombre con el carisma natural de una ostra", pero McConnell ha demostrado tener una extraordinaria capacidad de supervivencia política.
De hecho, muchos le consideran un arquitecto clave en el ascenso de Trump al poder, al contribuir al auge del ultraderechista "Tea Party" a comienzos de la década pasada y volar por los aires las normas establecidas en Washington al negarse a confirmar en 2016 al nominado para el Supremo por el presidente Barack Obama.
Y pese a tener una personalidad y un estilo de liderazgo radicalmente opuestos a los de Trump, ambos han formado un tándem sorprendentemente eficaz a la hora de sacar adelante prioridades republicanas, desde los recortes de impuestos a la instalación de jueces conservadores en decenas de tribunales.
"Creo que aunque somos muy diferentes en todos los sentidos que puedes imaginar, hemos tenido un buen trabajo de equipo para conseguir lo máximo que podemos", resumió McConnell en una entrevista hace un año con el diario The New York Times.
Nacido en Sheffield (Alabama) e hijo de un veterano de la II Guerra Mundial, McConnell pasó parte de su infancia en Georgia y luego se asentó en Louisville (Kentucky), donde superó la polio y llevó a cabo sus estudios de secundaria y los universitarios.
Casado con la actual secretaria de Transporte de EE.UU., Elaine Chao, McConnell tiene un lazo personal con el gabinete de Trump, y está decidido a convertirse en su mejor espadachín en el Senado.