Tras acampar durante toda la noche en la explanada de Sanam Luang los organizadores seguidos de miles de personas se dirigieron a la histórica residencia de los reyes para hacer llegar una carta a Vajiralongkorn, que vive la mayor parte del año en Alemania, en la que se le piden reformas democráticas y de la propia monarquía.
Los manifestantes fueron bloqueados por un fuerte dispositivo de seguridad pero a la activista estudiantil Panasaya "Rung" Sithijirawattanakul se le dejó sobrepasar la barrera policial y entregar el documento al jefe de la Policía metropolitana, Phukphong Phongpetra.
Con ello se ponía fin a una protesta que comenzó el sábado y que se ha convertido en la mayor que se ha celebrado en Tailandia desde el golpe de Estado de 2014, ya que consiguió congregar más de 30,000 personas, aunque los organizadores hablan de 200,000 asistentes.
"Esta es la primera gran victoria del pueblo, ya que la gente normal es suficientemente valiente para hacer una petición y hablar con el rey. (...) No pararemos hasta que la oscuridad haya desaparecido", dijo en la mañana del domingo Parit "Penguin" Chaiwarak, líder de los estudiantes y organizador de la protesta.
DESAFÍO AL MONARCA
El debate sobre la monarquía ha sido un asunto completamente tabú hasta ahora en la política en Tailandia, donde la crítica al rey está fuertemente castigada. Tras iniciarse en las redes sociales, el movimiento estudiantil ha conseguido que salte a la calle y que se haya empezado a hablar abiertamente sobre la monarquía en lugares públicos.
A diferencia de las anteriores protestas prodemocráticas también organizadas por estudiantes, personas de más edad se unieron en esta ocasión junto a un número importante de los llamados "camisas rojas", seguidores del ex primer ministro Thaksin Shinawatra que fue defenestrado del cargo con un golpe de Estado que cumplió justo este sábado el 14 aniversario.
Los organizadores no escatimaron en gestos a la hora de desafiar al monarca y a primera hora de la mañana del domingo un grupo de manifestantes colocó en la explanada frente al Gran Palacio una placa dorada en recuerdo de la revolución de Siam de 1932 y la caída de la monarquía absolutista que ya existía en otro lugar, pero que desapareció misteriosamente en 2017.
"En este lugar el pueblo ha expresado su voluntad: que este país pertenece a la gente y no es propiedad del monarca, como nos han hecho creer", reza la placa que fue removida por un grupo de operarios poco después.
HUELGA GENERAL
Los líderes estudiantiles, justo antes de que la protesta se disgregara, hicieron un llamamiento para llevar a cabo una huelga general y pedir la reforma de la Constitución el próximo 14 de octubre, día en el que se conmemora el levantamiento estudiantil de 1973.
La concentración de este fin de semana forma parte de la ola de protestas que comenzó el pasado 18 de julio y que se han celebrado casi a diario para pedir al primer ministro, el general golpista reconvertido en político Prayut Chan-ocha, que reforme una Constitución heredada de la antigua junta militar (2014-2019) y que reduzca el poder e influencia del Ejército en la política.
Sin embargo, la petición más atrevida es limitar el poder de la monarquía, sometiéndola a mayores controles constitucionales y acabar con la ley de lesa majestad que castiga con hasta 15 años de cárcel a quien critique a la familia real, entre otras medidas.
PRESUPUESTO REAL
Durante la protesta de este fin de semana, el abogado de derechos humanos Anon Nampa -que ha sido uno de los 14 líderes detenidos y puestos en libertad bajo fianza acusados de sedición, entre otros delitos- cuestionó además en un discurso los gastos de la familia real mientras el pueblo tailandés sufre los efectos económicos de la pandemia.
En medio de la crisis económica por la COVID-19, la Cámara Baja del Parlamento aprobó en la madrugada del sábado un aumento del 16 % del presupuesto anual de la Casa Real hasta los 8,980 millones de baht (286 millones de dólares o 242 millones de euros), lo que incluye el mantenimiento de una flota de 38 aviones y helicópteros.
El actual monarca, que ascendió al trono en 2016, no ha heredado el carisma ni el respeto que despertaba su padre, el fallecido Bhumibol Adulyadej, y además vive la mayor parte del año en Alemania, lo que ha generado críticas durante la pandemia.