En un mundo gangrenado por las divisiones -entre poderes económicos y militares, entre el norte y el sur, y entre el este y el oeste- no queda otra alternativa que la reforma de estas instituciones, pues de lo contrario iremos a "una mayor fragmentación", advirtió, aunque reconoció que no será fácil porque "las reformas son una cuestión de poder".
Guterres dio inicio con su discurso a una Semana de Alto Nivel marcada por la continuación de la guerra en Ucrania, que ha exacerbado las tensiones políticas y ha profundizado las diferencias económicas entre los países.
Entre los asistentes estaba el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, quien asiste por primera vez a la Asamblea General y hablará más tarde; por su parte, Rusia estaba hoy representada simplemente por su embajador ante la ONU, a la espera de que en los próximos días llegue el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov.
Guterres empezó reconociendo que las instituciones actuales -la propia ONU, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional- nacieron en 1945 y responden a una época donde gran parte de los países actuales vivían bajo el yugo colonial.
"El mundo ha cambiado; nuestras instituciones no", resumió, y por eso no están contribuyendo a solucionar el problema de las divisiones crecientes, que no se dan solo entre países o bloques, sino en el interior de las propias democracias, donde "el autoritarismo está en auge".
El político portugués citó los múltiples puntos del planeta donde se viven graves crisis multidimensionales -el Sahel, Sudán, la República Democrática del Congo, Haití, Birmania, Palestina o Siria-, lo que, unido a los desastres naturales, demuestran que "el sistema humanitario global está al borde del colapso".
Objetivos del Milenio como medicina contra la desigualdad
A continuación, Guterres recordó que la desigualdad es la gasolina de todos los descontentos: "Si no alimentamos a los hambrientos, estamos alimentando el conflicto", dijo, y recordó que la mejor arma contra los conflictos es apoyar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
En este sentido, pidió a los países tres compromisos realizables en lo inmediato: comprometer 500.000 millones de dólares al año para implementar esos ODS en los países pobres -que gastan más en pagar su deuda que en sanidad-; cambiar la estructura de los bancos multilaterales de desarrollo e idear mecanismos para aliviar la deuda de los países más afectados.
No olvidó mencionar las metas climáticas, y contrapuso el hecho de que los países del G20 más industrializados son responsables del 80 % de emisiones de carbono, mientras que los africanos, pese a tener el 60 % de la capacidad solar del planeta, solo reciben el 2 % de las inversiones en energías renovables.
Guterres también aludió a las desigualdades de género, al recordar que en muchos países las mujeres "siguen esperando la igualdad de oportunidades o igualdad salarial, o incluso igualdad ante la ley, (como esperan) que su trabajo se valore y sus opiniones cuenten".
"En todo el globo -lamentó- los derechos de las mujeres, incluidos sexuales y reproductivos, se están suprimiendo o reduciendo, y las libertades de las mujeres están siendo restringidas".
Lanzó finalmente un llamamiento para hacer de la Inteligencia Artificial una herramienta de acceso al conocimiento y no de control ciudadano, para lo que hará falta organismos mundiales que supervisen su desarrollo y aplicación.