El cambio climático podría acelerar la desaparición del coquí de Puerto Rico

El cambio climático podría estar acelerando el proceso de desaparición del coquí, una diminuta rana autóctona de Puerto Rico que es símbolo de la isla y se caracteriza por un particular sonido, según un estudio de la Universidad de Cornell.

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Los períodos de sequía obligan al coquí a acudir a zonas húmedas, donde son más vulnerables al hongo Bd, que provoca su muerte.

En Puerto Rico ya hemos perdido tres de las diecisiete especies de ranas únicas de la isla de desarrollo directo (que no pasan por la fase de renacuajo) desde los años setenta", explicó a Efe la investigadora puertorriqueña Ana Longo, que integra el equipo multidisciplinar responsable de este estudio.

Si el cambio climático "continúa como está previsto hay otras tres especies que también podrían perderse en los próximos cincuenta años", detalló la científica, quien recordó que las ranas ayudan a mantener controladas las poblaciones de insectos como los mosquitos o las arañas.

La Universidad de Cornell, con sede en Ithaca (Nueva York), detalló hoy que ese equipo volverá a las montañas de Puerto Rico el próximo enero para descubrir qué más puede enseñar este tipo de rana (Eleutherodactylus) sobre los peligros de los cambios de las condiciones meteorológicas en ecosistemas de todo el mundo.

El famoso coquí -del que Hawaii está tratando de librarse deliberadamente- aguanta los meses del invierno más secos y fríos acercándose a zonas donde tiene fácil acceso al agua, algo que las expone al "batrachochytrium dendrobatidis (Bd)", un implacable hongo mortal que ataca a muchas especies de ranas.

La investigación, realizada con el apoyo del Fondo de Empresa Académico, administrado por el Centro de Cornell para un Futuro Sostenible (CCSF), se centra en la "chytridiomycosis", una enfermedad causada por ese hongo, que infecta la piel de los anfibios y provoca la obstrucción de los poros, impidiendo el intercambio de oxígeno, agua y electrolitos con el exterior.

El equipo de la Universidad de Cornell es el único que estudia esta enfermedad, que deriva irremediablemente en la muerte del animal contagiado, entre ranas de desarrollo directo y que no habitan en el agua.

"Esta enfermedad ocurre en todo el mundo, pero sólo en anfibios. En Puerto Rico se detectó por primera vez hace 40 años, pero aún no se sabe cómo llegó el hongo a la isla", explicó Longo a Efe, al tiempo que detalló que en Puerto Rico esos animales son los carnívoros nocturnos más abundantes, ya que no hay mamíferos grandes y las aves son más escasas, y su biomasa es la mayor entre todos los vertebrados.

Con sus estudios, Longo siguió cómo el cambio de clima altera las condiciones meteorológicas en el Caribe y descubrió que los períodos de sequía durante los meses del invierno se han prolongado, con lo que se pueden dar entre nueve y diez días consecutivos sin lluvias, frente a lo que hace años no superaba los tres o cuatro días.

Ello podría estar provocando que el coquí y otros anfibios se vean obligados a acudir a zonas de aguas, donde son más vulnerables al hongo Bd, responsable de casi mitad de las más de 190 extinciones de la especie de rana observadas por en los últimos cincuenta años.

Cuando Longo viaje a Puerto Rico en enero de 2011 estudiará también si el cambio climático afecta al mecanismo que tienen las ranas para combatir las infecciones micóticas.

Ese mecanismo, llamado "fiebre conductista", permite a las ranas de sangre fría utilizar su medio ambiente para elevar temperatura corporal y combatir la enfermedad.

Si se cumple lo que Longo sospecha, los inviernos más largos y menos previsibles a causa del cambio del clima también pueden estar privando a las ranas de esa herramienta defensiva.

Longo explicó a Efe que su objetivo es comprender esa amenaza para el coquí en Puerto Rico, porque otras especies de ranas tropicales del Sur y Centro de América han mostrado similares pautas de infección.

Hasta el momento, los mayores descensos de población de ranas por estos problemas se han detectado en Costa Rica, Panamá y Australia, aunque se percibe en muchos otros países, incluido España, según apuntó.

"Si perdemos estas ranas, nosotros perdemos un lazo en la cadena alimenticia y eso tiene consecuencias para ecosistemas enteros", explicó también la profesora de Ecología y Biología Evolutiva, Kelly Zamudiola, directora del estudio.