En los tres días de viaje, Guterres se reunirá con los principales líderes del país: el presidente Michel Aoun, el presidente del Parlamento, Nabih Berri, y el primer ministro Nayib Mekati, además de líderes religiosos y la sociedad civil.
Igualmente, rendirá un homenaje a las víctimas de la explosión del puerto de Beirut (en agosto de 2020, que dejaron 207 muertos y una enorme destrucción) y viajará al sur del país para visitar a los cascos azules de la FINUL, el contingente de la ONU desplegado en esa zona del país fronteriza con Israel y que vive permanentemente en una gran tensión.
Guterres dijo quiere con este viaje enviar una señal de "plena solidaridad" con el pueblo libanés y sus refugiados "que tan generosamente ha acogido" (1.7 millones en total) en la larga crisis política y económica que viene sufriendo.
Pero para salir de ella, es necesario que los distintos líderes políticos se unan y superen sus divisiones, pues tienen "paralizadas las instituciones y hacen imposible un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, o que se creen las condiciones de recuperación necesarias".
Y aunque la comunidad internacional "tiene la obligación de ayudar al país", no podrá hacerse si no es en un proceso que lideren los mismos libaneses, quienes "no tienen derecho a estar divididos en estos momentos tan dramáticos".
Las tareas que tienen por delante los dirigentes libaneses son emprender una reforma a fondo del estado, investigar a fondo la explosión del puerto de Beirut y diseñar un programa de recuperación, dijo Guterres.
"Es el último momento que les queda para mostrarse unidos", expresó Guterres.
La crisis económica desatada en el Líbano a finales de 2019 es ya una de las peores a nivel mundial en más de siglo y medio, según el Banco Mundial, con una inflación disparada y una grave escasez de productos y servicios básicos como combustible, electricidad, agua y medicinas.