Nuestra fe siempre es revolucionaria, aclara el Papa desde Quito

Desde Quito el Papa llamó hoy a todos los cristianos a una revolución, porque la fe cristiana – dijo - “siempre es revolucionaria”, en un sermón en el cual pidió dejar atrás las divisiones y los odios, criticó con dureza la religiosidad de élite, la exclusión social, la tentación de los liderazgos y las dictaduras.

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Foto: Twitter.

Desde un inmenso altar blanco y amarillo, montado en el corazón del Parque Bicentenario de la capital ecuatoriana, ante más de un millón de personas, el pontífice aclaró que la revolución de los católicos es la evangelización, que puede ser vehículo de unidad de aspiraciones, sensibilidades, ilusiones y hasta de ciertas utopías.

“Donándose el hombre vuelve a encontrarse a sí mismo con su verdadera identidad de hijo de Dios, semejante al Padre y, como él, dador de vida, hermano de Jesús, del cual da testimonio. Eso es evangelizar, ésa es nuestra revolución – porque nuestra fe siempre es revolucionaria –, ése es nuestro más profundo y constante grito”, precisó.

El grito fue la figura central de un discurso sugestivo en el cual Bergoglio recordó el bicentenario de la independencia de los países de Hispanoamérica, un movimiento que – dijo - nació “de la conciencia de la falta de libertades, de estar siendo exprimidos y saqueados, sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos”.

El grito de independencia y el grito de salvación de Jesús en su tiempo. Ambos deberían concordar en el “hermoso desafío de la evangelización”, afirmó el líder católico. Un desafío que debe surgir “no desde las palabras altisonantes, ni con términos complicados”, sino desde la alegría del mensaje cristiano.

“En ese momento, el Señor experimenta en carne propia lo peorcito de este mundo al que ama, aun así, con locura: intrigas, desconfianzas, traición, pero no esconde la cabeza, no se lamenta”, dijo.

“Constatamos a diario que vivimos en un mundo lacerado por las guerras y la violencia. Sería superficial pensar que la división y el odio afectan sólo a las tensiones entre los países o los grupos sociales”, sostuvo.

“En realidad, son manifestación de ese difuso individualismo que nos separa y nos enfrenta, de la herida del pecado en el corazón de las personas, cuyas consecuencias sufre también la sociedad y la creación entera”, añadió.

Aclaró que a este mundo desafiante Jesús manda a sus discípulos y la respuesta de ellos no debería ser hacerse los distraídos, argumentar que no tienen medios o que la realidad los sobrepasa.

“A aquel grito de libertad prorrumpido hace poco más de 200 años no le falto convicción ni fuerza, pero la historia nos cuenta que sólo fue contundente cuando dejó de lado los personalismos, el afán de liderazgos únicos, la falta de comprensión de otros procesos libertarios con características distintas pero no por eso antagónicas”, abundó.

En una misa en la cual destacaron los cantos en español, en la cual se rezó en lenguas indígenas y que contó con la presencia del presidente de Ecuador, Rafael Correa, el Papa insistió que en esa revolución creen los cristianos y por eso lo gritan.

Sostuvo que mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos insisten en su propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarse mutuamente a llevar las cargas.

Estableció que de ahí surge la necesidad de luchar por la inclusión a todos los niveles, evitando egoísmos, promoviendo la comunicación y el diálogo, incentivando la colaboración, confiando “de corazón el compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas”.

Según Francisco, confiar en el otro es algo artesanal como la paz es algo artesanal y consideró impensable que brille la unidad si la mundanidad espiritual hace a los hombres estar en guerra entre ellos, a caer presa de la “estéril búsqueda de poder, prestigio, placer o seguridad económica”.

Esto, dijo, suele hacerse a costillas de los más pobres, de los más indefensos, a los que no pierden su dignidad, aunque se la golpean todos los días.

“La evangelización no consiste en hacer proselitismo, el proselitismo es una caricatura de la fe, sino en atraer con nuestro testimonio a los alejados, en acercarse humildemente a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, a los que son temerosos o a los indiferentes”, estableció.

Advirtió que la propuesta de Jesús es concreta, no de ideas, él dijo “andad y haced lo mismo”. Apuntó que eso aleja de la tentación de dictaduras, ideologías o sectarismos. “Esta religiosidad de elite no es una propuesta de Jesús”, precisó, levantando los aplausos de los presentes.

“Nuestro grito, en este lugar que recuerda aquel primero de libertad, actualiza el de San Pablo: ¡Ay de mí si no evangelizo!. Es tan urgente y apremiante como el de aquellos deseos de independencia. Tiene una similar fascinación, el mismo fuego que atrae. ¡Sean un testimonio de comunión fraterna que se vuelve resplandeciente!”, ponderó.