Francisco, el papa latinoamericano que renovó la fe de los católicos

En pocos meses, el papa Francisco consiguió lo que más necesitaba la Iglesia católica en este siglo, recuperar la fe de sus creyentes.

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Papa Francisco.

Su sencillez, su carisma y su decisión de encarar una reforma para acercar la Iglesia a sus 1.200 millones de fieles en todo el mundo no fueron golpes de efecto de sus primeros días en la silla de San Pedro, sino un sello característico del argentino Jorge Mario Bergoglio desde sus días como arzobispo de Buenos Aires.

Bergoglio ya había presentado su renuncia y tenía preparado su cuarto en el hogar sacerdotal del barrio porteño de Flores para su retiro, pero la renuncia de Benedicto XVI le tenía deparado otro destino: convertirse el 13 de marzo pasado, a los 76 años, en el primer papa latinoamericano y jesuita.

La elección del nombre, en honor a San Francisco de Asís, y el ser el primero en utilizarlo en la historia papal, dio ya una señal del rumbo que tomaría su papado.

Sus siguientes pasos, como la decisión de no ocupar el palacio papal sino una habitación en Santa Marta, dejar a un lado el "papamóvil" con vidrios blindados para acercarse a la gente, estrechar en abrazos a niños, ancianos, enfermos, o tomar un mate con algún compatriota, llamar por teléfono a los necesitados y no dudar en avanzar en una calma pero profunda reforma sorprendieron a unos y a otros, aunque quizás no tanto a los argentinos.

"Lo que todos vemos ahora es lo que nosotros veíamos en Buenos Aires, excepto que antes vestía de negro y ahora de blanco", destacó a dpa el cura Mario Miceli. "Siempre nos pedía que fuéramos pastores con olor a oveja", recordó.

Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en el seno de una familia de inmigrantes italianos en la ciudad de Buenos Aires. De su padre heredó el fanatismo por el club de fútbol San Lorenzo de Almagro y de su madre, el amor por la ópera.

Se graduó en la escuela secundaria como técnico químico y durante su juventud ganó sus primeros pesos colaborando en la limpieza primero y luego en la administración de la fábrica de medias en la que trabajaba su padre. También trabajó de portero y en un laboratorio, hasta que recibió el "llamado de Dios".

Entró a los 21 años al seminario. A esa misma edad, debido a una grave pulmonía perdió parte del pulmón derecho. Pero su estilo de vida austero le permitió lidiar con esto sin mayores inconvenientes.

Tras su ordenación sacerdotal en 1969 realizó estudios de teología y entre 1973 y 1979 fue superior provincial de los jesuitas en la Argentina.

"Tenía 36 años, una locura. Había que afrontar situaciones difíciles y yo tomaba mis decisiones de manera brusca y personalista. Mi forma autoritaria y rápida de tomar decisiones me ha llevado a tener problemas serios y a ser acusado de ultraconservador. Pero jamás he sido de derechas", declaró en una entrevista con "La Civittá Cattolica" Francisco, quien tuvo vinculación con la agrupación peronista conservadora Guardia de Hierro.

La desaparición de dos curas de su congregación jesuita Compañía de Jesús durante la dictadura militar que gobernaba Argentina (1976-1983) mientras era provincial generaron críticas a su conducta.

Tras un período de "gran crisis interior" en la provincia de Córdoba, como reveló Bergoglio, fue convocado a la arquidiócesis de Buenos Aires primero como auxiliar y luego, en 1998, como arzobispo. En 2001 fue nombrado cardenal, y no por eso abandonó su costumbre de viajar en subterráneo (metro) y ómnibus hasta los rincones más olvidados para ayudar a los más necesitados.

"Como arzobispo estuvo comprometido en términos pastorales y sociales en favor de la dignidad humana y enfrentó poderes muy fuertes en la Argentina, como los del juego, el narcotráfico, la trata de pesonas, el trabajo esclavo. Tomó compromisos muy fuertes incluso en homilías públicas en villas, en (el barrio porteño de) Constitución y otros lugares de riesgo en las que la propia Policía Federal le pedía que se pusiera chaleco antibalas y él no lo aceptaba", narró a dpa el historiador Marcelo Larraquy, autor de "Recen por él".

Su compromiso social y su cuestionamiento al poder le ocasionaron además varios choques con los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y su esposa y sucesora Cristina Fernández.

Bergoglio mantuvo su línea al llegar a Roma. Continuó con su discurso llano y cálido -en el que no faltan algunas metáforas futboleras-, su llamado constante a la misericordia y su enorme empatía con los jóvenes, que quedó evidenciada en la multitudinaria Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro.

Viajó a Lampedusa, envió mensajes de acercamiento a homosexuales y divorciados, se manifestó a favor de un mayor papel de la mujer en la Iglesia, sin clericalizarlas, e inició una reforma interna que incluyó una investigación de las finanzas vaticanas. Todo esto genera sin embargo tensiones en los sectores más conservadores y en la Curia romana.

Su exhortación apostólica "Evangelii Gaudium" le valió nuevas críticas y hasta se lo acusó de "marxista". En el documento rechaza las teorías según las cuales el crecimiento económico, impulsado por un libre mercado, "inevitablemente tendrán éxito en llevar una mayor justicia e inclusión en el mundo".

Francisco se ha esforzado durante sus meses de papado en presentar a la Iglesia católica como una institución compasiva y misericordiosa en vez de punitiva y doctrinaria. "Dios siempre abre puertas, nunca las cierra", aseguró en una reciente entrevista con el diario italiano "La Stampa". "Tengo miedo cuando los cristianos pierden la fe y la habilidad de abrazar y acariciar", señaló.