Evento principal: honrar a los héroes hacedores de la gesta libertaria, desde 1810 hasta consumarse la independencia, dándole condición de país libre a nuestro México.
Es el primer acto significativo del festejo del Bicentenario de la Independencia, donde se extrajeron de ese monumento las 9 urnas que contienen los restos de los 12 caudillos insurgentes: Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, José María Morelos, Mariano Matamoros, Mariano Jiménez, Javier Mina, Vicente Guerrero, Leona Vicario, Andrés Quintana Roo, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria y llevados al Castillo de Chapultepec.
Luego de una ceremonia donde se les rindieron los máximos honores militares, se dispuso de un cortejo fúnebre. Las urnas fueron colocadas sobre vehículos militares descubiertos recorriendo el Paseo de la Reforma hacia el Bosque de Chapultepec hasta el Museo Nacional de Historia. En este lugar también fueron recibidos con honores militares.
Los ciudadanos que tributaron aplausos al paso de los restos, las gargantas cerradas de emoción y los ojos razados de lágrimas. Nos unimos a esos aplausos y dedicamos otros tantos a la conciencia cívica manifiesta y les dedicamos es siguiente relato histórico:
“El tono persuasivo del exrector de San Nicolás queda profundamente grabado y nunca lo olvidará su atento oyente: la guerra es justa y sagrada porque es la lucha de un pueblo por su libertad. El nuevo gobierno que ha de formarse, libre e independiente de cualquier nación extranjera, debe abolir para siempre jamás la esclavitud y las diferencias de castas, y ha de esforzarse en la felicidad del pueblo. La anarquía y los abusos deben reprimirse a toda costa, aunque los causantes sean quienes han recibido comisiones de los mismos iniciadores de la revolución. Como medida militar de urgencia, deben controlarse los puertos de las costas; Acapulco debe ser una meta concreta. Se procurará gestionar la amistad, y si fuese posible el apoyo de otros países. En fin, porque ha de estar del lado de los oprimidos, de los que se enfrentan a la soberbia de los poderosos, Dios ha de proteger a los insurgentes.
Hidalgo nombra a Morelos su lugarteniente para las tierras del Sur. Y, robustecidos los dos por la fe que cada uno advierte en el otro, dan por terminada la histórica entrevista y se despiden. Nunca más volverán a verse. Ambos siguen, por rumbos distintos, su glorioso camino.
Así terminan los antecedentes del héroe. Entonces, Morelos traspone el umbral de la inmortalidad.
Ahora nos toca honrar a todos los héroes conocidos y anónimos diciéndoles: “el México que nos legaron nos empeñamos en conducirlo en libertad, democracia y libertad para todos”.
La historia hay que verla como es, en su tiempo y espacio, es importante como historia… como raíz… como punto de partida, como es. Para no disminuir los meritos de quienes nos dieron Patria y Libertad.