La Antártica modera el clima del planeta; los huracanes en el Golfo de México o la existencia del desierto más seco del mundo en el norte de Chile tienen que ver con lo que sucede en este rincón del planeta cuya extensión (14 millones de kilómetros cuadrados) es equivalente a la de Suramérica.
"Pero a la Antártica también le llega la contaminación del resto del mundo", advierte el responsable del INACH, para quien la principal amenaza que se cierne sobre el "continente helado" es el vertiginoso crecimiento de la población mundial, que se ha triplicado en los últimos 60 años.
"Las temperaturas pueden aumentar y las sequías también. No quiero ser alarmista, pero esto es algo que puede pasar", advierte.
Retamales, de 54 años, dirige el INACH desde hace casi 10 y a diferencia de sus antecesores, que eran militares o diplomáticos, su perfil es académico y científico.
Ingeniero civil de profesión, José Retamales se doctoró en ingeniería química en Inglaterra y fue rector de la Universidad de Magallanes (sur de Chile), además de formar parte del directorio de empresas petroleras y de energía nuclear.
Su dominio de los idiomas (habla inglés, francés, alemán y español) le ha permitido intensificar los contactos con instituciones científicas de todo el mundo.
Consciente de que Chile siempre ha tenido una mirada soberanista de la Antártica pero también de que "la ciencia actualmente es muy competitiva en todo el mundo", Retamales se propuso abrir el INACH y convertirlo en una institución a la cual se accede por mérito.
Para ello buscó alianzas con instituciones como la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica de Chile, que hoy aportan dos de los siete millones de dólares que maneja anualmente el instituto, un presupuesto que aún sigue siendo ajustado.
"Lo que he podido hacer ha sido posible también porque el país ahora tiene más recursos", reconoce el director del INACH, un organismo que depende del Ministerio de Relaciones Exteriores y que hasta hace pocos años tenía su sede en Santiago, a 2.200 kilómetros de Punta Arenas, la ciudad austral donde ahora tiene su base.
Gracias al crecimiento económico que ha experimentado Chile, en los últimos años el presupuesto de esta institución ha ido creciendo anualmente un 15 por ciento.
La proximidad geográfica de Chile con la Antártica contribuye a que con ese presupuesto, que es una quinta parte del de España, sea posible desarrollar un programa científico incluso mayor y que estos días tiene su máximo exponente en la 49ª Expedición Antártica Chilena.
En el pasado, Chile reclamó la soberanía territorial de las islas Shetland del Sur, la península Antártica y la llamada Tierra de O'Higgins, pero en 1959 se adhirió al Tratado Antártico (suscrito actualmente por medio centenar de países), que establece que el "continente blanco" es patrimonio de la humanidad.
Hoy día, Chile ha optado por tener una presencia marítima mayor que la de otros países en el sector del continente donde más incide el cambio climático, lo cual favorece los proyectos de investigación.
"La Antártica también es política. Por eso, China o Rusia están diseminando bases por todo el continente, pero nosotros no podemos hacer eso", explica Retamales, quien echa en falta una mayor cooperación entre los 28 países que actualmente desarrollan investigaciones científicas en esta parte del planeta.
"Y aunque en la Antártica no hay muchos votos -agrega-, a los Gobiernos les interesa mostrar que les preocupa, porque eso también atrae apoyos".
El director del INACH está convencido de que en la Antártica puede ayudar a remediar la escasez energética en el futuro.
"De la misma manera que el agujero en la capa de ozono demostró que la humanidad podía dañar el planeta, igual va a pasar con la energía", afirma.
"¿Cuáles son los caminos para remediarlo? Pues que el mundo tendrá que buscar procesos más eficientes que funcionen con menos energía, a más baja temperatura, y en eso la Antártica nos puede ayudar mucho", reflexiona.
Pero de la misma manera que los microorganismos antárticos encierran la solución a muchos de los problemas actuales, el modelo de desarrollo representa una grave amenaza.
"¿Cuánto tiempo permanecerá impoluta la Antártica? ¡Ah! Yo no me atrevería a jurar que siempre", opina Retamales.
"La energía es lo que va a ahogar al mundo -concluye- y si no se encuentra pronto, la Antártica será el próximo objetivo".