La investigación, para la cual se analizaron mil 700 especies del insecto y 10 mil géneros de plantas, demostró que la larga historia de coevolución comenzó con las hormigas alimentándose de las plantas y la respuesta de estas al desarrollar rasgos amigables.
Matt Nelsen, líder del estudio, destacó que 'entre las características desarrolladas sobresalen las espinas huecas que sirven de madriguera a las hormigas y néctar adicional en las hojas y tallos para que coman.
'Algunas solo hacen trampa, toman el néctar y huyen, pero otras se quedan y atacarán cualquier cosa que intente dañar la planta', aseguró.
Según Nelsen otras plantas consiguen que sus hormigas les ayuden a mover sus semillas, sobornándolas con paquetes de alimentos ricos unidos a semillas llamadas elaiosomas.
'La hormiga recogerá la semilla y se la llevará, se comerá el paquete de alimentos y desechará la semilla, a menudo en un área rica en nutrientes donde crecerá mejor, y como está más lejos de su progenitor, no competirán por los recursos', detalló.
Para determinar la historia evolutiva temprana de las interacciones de las hormigas, los científicos recurrieron a grandes cantidades de información genética y bases de datos ecológicas.
Trazaron un mapa de la historia de los rasgos amigables, proceso llamado reconstrucción del estado ancestral, y determinaron que las plantas no desarrollaron estas estructuras especializadas hasta mucho después de que las hormigas confiaron en ellas para alimentarse y vivir.
Y aunque ha habido una relación mutuamente beneficiosa entre las hormigas y las plantas a lo largo de los años, desde un punto de vista evolutivo, los científicos confirmaron que grupos de hormigas que comen, se alimentan o anidan en las plantas no parecen estar mejor que aquellos que no lo hacen.