La formación, llamada Team Stronach, pretende cosechar hasta un 10 por ciento de los votos entre los desencantados con los partidos tradicionales -debilitados por escándalos de corrupción y la crisis- con una mezcla de recetas euroescépticas y populistas.
Antes de presentarse a cualquier elección, Stronach ya formó en septiembre de 2012 un grupo parlamentario propio con cinco diputados tránsfugas, una operación que generó muchas dudas sobre si hubo favores económicos de por medio.
Al presentar entonces el partido, Stronach dijo que semejante evento sería recordado en "la historia de la humanidad".
No es la primera vez que las hipérboles le juegan una mala pasada y, así, cuando fue presidente de la Liga de Fútbol austríaca, entre 1999 y 2005, dijo que convertiría a la débil selección del país en campeona del mundo, algo que ni sucedió ni tiene visos de ocurrir.
El principal atractivo de Stronach para sus simpatizantes es su historia personal: cómo desde un remoto rincón de Austria emigró en los años 50 a Canadá y de la nada fundó Magna, la mayor empresa del mundo de componentes del automóvil.
La revista Forbes calcula su fortuna personal en 1,200 millones de dólares y el Tribunal de Cuentas indica que Stronach ha invertido nueve millones de euros en su partido, mientras que los medios elevan esa cifra hasta los 25 millones.
Los mítines de Stronach están llenos de anécdotas personales: cuenta sus duros comienzos como lavaplatos en Canadá, cuando se pudo comprar su primer coche, y que nunca olvidó Austria.
Su alemán está lleno de giros en inglés y a veces resulta difícil seguir el hilo argumental, pero las personas que le escuchan en un céntrico local de Viena le aplauden a rabiar, como comprueba Efe.
¿Qué ven en Stronach? "Él sabe como hacer las cosas, va a hacer que todo vaya mejor en Austria. Si una persona tan mayor y con tanto dinero se mete en política, es para trabajar para los demás", asegura casi a gritos Anja.
Las ideas principales de su formación se enmarcan en el ideario de la derecha: tradición y valores, la cultura del esfuerzo y una clara antipatía por la excesiva regulación y un Estado demasiado grande.
Y su propuesta estrella es abandonar el euro y volver al chelín, alegando que los rescates a los socios de la eurozona son un dispendio peligroso.
La emergencia de Stronach ha puesto algo nerviosas a las fuerzas de la derecha, como el Partido Popular (ÖVP) y el ultranacionalista FPÖ, que temen una fuga de votos hacia la nueva formación.
El analista y consejero político Thomas Hofer explica a Efe que Stronach es una rara mezcla entre el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi y el paladín italiano de la llamada "antipolítica" Beppe Grillo, alguien que es a la vez un plutócrata que se ha lucrado con el sistema y un crítico del mismo.
"Critica y desprecia a los políticos profesionales y después hace uso de ellos, por medio de tránsfugas, para su propia formación", subraya.
Durante la campaña, Stronach ha gritado a algunos de los periodistas que le han entrevistado en televisión, ha perdido los papeles en más de una ocasión y ha tenido que matizar opiniones polémicas, como su defensa de la pena de muerte en algunos casos.
Profil, el semanario político más influyente, lo ha bautizado como "el asno de oro".
"Sus intervenciones han sido muy agresivas, lo que ha reducido mucho sus posibilidades en las elecciones", considera Hofer, al espantar a potenciales votantes del ÖVP, más moderados.
Otro punto débil es la evidente contradicción entre los lemas de su campaña -"verdad, transparencia y equidad"- y su propia forma de actuar.
La creación del grupo parlamentario no fue precisamente un ejercicio de transparencia, al igual que el misterio sobre el volumen de su fortuna en Suiza para evitar pagar impuestos en Austria, entre otros asuntos.
En un proyecto tan personalista, la pregunta es cuánto durará Team Stronach como iniciativa política.
"No veo que sea un proyecto a largo plazo. Sólo veo alguna continuidad si jugara algún papel en la formación del próximo Gobierno", declara Hofer.
Eso sólo podría ocurrir si socialdemócratas y democristianos no lograran la mayoría absoluta para formar una gran coalición y tuvieran que buscar, por primera vez en la historia, a un tercer socio de Gobierno.
En caso de que el partido acabase en la oposición, es cuestión de tiempo que el temperamental Stronach se aburra de los lentos tiempos parlamentarios y busque un nuevo proyecto, recalca el analista. (EFE)