"El ojo moderno" explora la relación de Edvard Munch con la fotografía

"Las técnicas del cine y la fotografía se reflejan en algunos de sus cuadros, que tienen marcadas diagonales o figuras en movimiento que se escapan del plano", dijo hoy una de las comisarias de la exposición, Angela Lampe.

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Edvard Munch.

Una nueva exposición en la Tate Modern de Londres explora la relación del pintor noruego Edvard Munch con el cine y la fotografía, lo que desvela una faceta desconocida del artista como amante de las nuevas tecnologías.

"Edvard Munch: El ojo moderno", organizada en colaboración con el Centre Pompidou de París y el Munch Museum de Oslo, rompe la imagen de Munch como un pintor arraigado en el siglo XIX y lo coloca de lleno en el XX, en plena modernidad.

Así, la muestra, que incluye sesenta pinturas y cincuenta fotografías tomadas por el artista, además de algunas filmaciones, se centra en su obra, realizada el siglo pasado, cuando experimentó con nuevos medios de captación de la imagen.

"Las técnicas del cine y la fotografía se reflejan en algunos de sus cuadros, que tienen marcadas diagonales o figuras en movimiento que se escapan del plano", dijo hoy una de las comisarias de la exposición, Angela Lampe, en una presentación a la prensa.

Ejemplo de esta experimentación con ángulos nuevos es "Trabajadores regresando a casa" (1913-14), donde un grupo de obreros avanza hacia el espectador, o "El tronco amarillo" (1912), que presenta un tronco de árbol en medio de un bosque tendido en una poderosa diagonal.

La exposición, que se inaugura el jueves y estará abierta hasta el 14 de octubre, incluye también algunas obras icónicas de Munch, que reflejan su profunda ansiedad y agitación espiritual.

Aunque no está su famoso "El grito", del que existen cuatro versiones elaboradas entre 1893 y 1910 -una de ellas se convirtió en mayo en la obra más cara jamás subastada al adjudicarse por casi 120 millones de dólares-, sí pueden verse "Niña enferma" (1907) y "Las chicas del puente" (1902).

De estas obras, realizadas ya a principios del siglo XX, se exhiben varias versiones, que muestran la exploración que el pintor hacía de los temas que escogía y que presentaba de diferentes formas y en variados contextos.

"Niña enferma", que hizo tras la muerte de su hermana de tuberculosis cuando tenía 13 años -una de sus obras clave-, recoge la tristeza y preocupación existencial que acompañarían al artista durante toda su vida.

En otra sala pueden verse cuadros con imágenes exteriores que prueban que, pese a pasar muchas horas en el estudio y a su frágil estado nervioso, Munch seguía vinculado, a través de su observación o de la prensa, con el mundo que le rodeaba.

"Lejos de la percepción que de él se tiene, de pintor aislado, obras como "La casa se quema" (1925-27) demuestran que se interesaba por lo que ocurría y lo plasmaba en sus cuadros, mediante la pintura o la fotografía", afirmó Lampe.

Una de las salas más impresionantes es la que reúne una serie de autorretratos del pintor, a quien siempre fascinó "capturar el paso del tiempo y el deterioro del ser humano", apunta la comisaria.

En esta última parte de la exposición hay varios óleos que retratan a Edvard Munch, nacido en Loten en 1863, en sus años de madurez y durante varias enfermedades, para culminar en uno de sus cuadros más conmovedores.

Este, "Autorretrato entre el reloj y la cama", es el último que pintó antes de su muerte en 1944, y en él aparece como un débil anciano entre un reloj de pared sin agujas -el tiempo se ha detenido- y su lecho de muerte.

Por Judith Mora