Expertos del Centro de Geociencias (CGeo) y del Instituto de Geofísica (IGf) expusieron que la capa de gabro (roca ígnea) en la base de la placa Norteamericana es poco permeable y no permite el paso constante de agua. Entonces, cuando la placa de Cocos entra por debajo de ella (se subduce) libera fluidos que quedan atrapados, lo que genera menor fricción y evita la acumulación de energía. Los resultados de sus investigaciones fueron publicados en la prestigiada revista Geology.
Según registros, desde 1911 no ocurre un sismo de consideración en la Brecha de Guerrero, lo que llevó a los especialistas a examinar más a fondo esta región, que va de Acapulco a Zihuatanejo.
“La lógica indica que tarde o temprano habrá uno. Hemos hecho estudios y descubrimos que en el pasado hubo vulcanismo por largo tiempo, mucho más que en el resto de la costa del Pacífico”, comentó Luca Ferrari, investigador del CGeo, en Juriquilla, Querétaro.
Encontraron que ahí hubo actividad volcánica constante por casi 40 millones de años; evidencia de ello son las rocas halladas de los periodos Cretácico, Paleoceno, Eoceno y Oligoceno. Gran cantidad de ellas son gabróicas, equivalentes de los basaltos que se forman de coladas de lava, pero cristalizadas a profundidad. “Cuando presenté los resultados en el Instituto de Geofísica, Allen Husker se interesó y decidimos explorar cuál era la razón de esta coincidencia”, dijo Ferrari.
Rocas impermeables, la posible razón
Luego de sus indagaciones, ambos científicos sugieren que la formación de esta capa de roca entre las placas incrementa la presión de fluidos, pues la de gabro en la base de la placa superior (Norteamericana) es poco permeable y no permite el paso constante de agua.
Cuando la de Cocos se subduce a la Norteamericana libera fluidos que quedan atrapados, generando menor fricción, como si se tratara de un lubricante, lo que evita que se acumule la suficiente energía como para que haya un terremoto grande, reiteró.
Eso, posiblemente, da lugar a los sismos lentos (descubiertos a partir del uso del Sistema de Posicionamiento Global): en lugar de moverse las dos placas en decenas de segundos, el desplazamiento dura de uno a seis meses, por lo que casi no se percibe.
El movimiento de la placa de Cocos hace que la placa que está sobre ella (Norteamericana) se hinche levantándose decenas de centímetros; luego, con el sismo lento el terreno regresa a la normalidad, en un proceso que dura meses.
Para probar esta teoría, y apoyados por investigadores del IGf y del CGeo, se hicieron registros magnetotelúricos: se midieron las corrientes eléctricas de las primeras decenas de kilómetros de la Tierra, lo que permitió ver cuáles zonas eran más conductoras, desde el punto de vista eléctrico, lo cual se asocia a la presencia de fluidos.
“El agua es un conductor de electricidad; una roca seca no lo es, pero si tiene agua lo hace. Lo que vimos en el perfil de la Brecha de Guerrero fue un conductor por debajo de la placa, justo en la interfaz de la de Cocos y la Norteamericana, como pensábamos. Es decir, ahí hay fluidos atrapados”, insistió
Ferrari, ganador del Premio Universidad Nacional en el área de investigación en Ciencias Exactas.
También hicieron estudios más allá de la Brecha de Guerrero y no detectaron conductividad entre las placas, lo que implica que las rocas en esas otras regiones no son impermeables; los fluidos sí pasan a la placa superior, lo que genera fricción y acumula más energía, que al final puede ser liberada como un gran sismo.
En el artículo de Husker, Ferrari y colaboradores se sugiere que ésa podría ser una de las razones por las que hasta ahora no ha ocurrido un movimiento sísmico de consideración en la Brecha de Guerrero, pero el modelo necesita aún mayor comprobación.
“Eso no implica que no llegará un terremoto a Ciudad de México; puede venir de Oaxaca, Michoacán o de otra zona. Si se generara uno similar al de 1985 en la Brecha sería terrible, porque está justo al sur de nuestra urbe”, concluyó el investigador.