Este lugar es un espacio significativo no sólo para los vecinos, sino también para los habitantes de la Ciudad de México y del resto del país, pues ahí confluyen edificaciones antiguas y modernas representativas del paisaje urbano, con características, peculiar fisonomía y expresión propias.
Tlatelolco, que en náhuatl significa tlatelli “terraza” o se deriva de xaltiloll que se refiere a “punto arenoso” o “en el lugar del montón de arena”, se ubica entre la avenida Ricardo Flores Magón al sur, el Eje Central Lázaro Cárdenas al poniente y Avenida Reforma, al oriente, en la delegación Cuauhtémoc.
De acuerdo con el gobierno de la Ciudad de México, la historia de Tlatelolco mantiene viva la memoria del país, al ser escenario de procesos y eventos que se volvieron un legado histórico y cultural de varias generaciones de mexicanos y referencia para el mundo.
Este lugar fue el último bastión de la conquista, toda vez que después del estallido de la guerra, el episodio de la Noche Triste y la huida de los españoles, una reorganización del ejército invasor que logró sitiar la capital mexica y la batalla culminó en Tlatelolco el 13 de agosto de 1521 con la captura de Cuauhtémoc, último tlatoani mexica.
A un lado de la Iglesia de Santiago fue construido el Colegio de la Santa Cruz de Santiago Tlatelolco, donde se concedió por primera vez la educación de carácter superior a los naturales y hubo intercambio de conocimientos españoles e indígenas, y de donde surgieron los primeros cronistas e historiadores novohispanos de ascendencia indígena.
Durante el virreinato, Tlatelolco se convirtió en un pueblo de indios que se caracterizó por ser un espacio de interacción y reinterpretación del pasado precortesiano y la cultura occidental, donde convivieron la población indígena, las autoridades civiles novohispanas y la orden franciscana.
En la época de la Revolución, varios personajes estuvieron presos en la Cárcel de la Ciudad de México, ubicada en el antiguo claustro de Santiago Tlatelolco, entre ellos Enrique y Ricardo Flores Magón, Francisco Villa y Bernardo Reyes.
En 1964 es inaugurado el Conjunto Urbano Nonoalco-Tlatelolco, conformado poredificios habitacionales, cines, deportivos, hospitales, comercios y jardines para una población aproximada de 80 mil personas.
Localizada en la tercera sección de la unidad habitacional, la Plaza de las Tres Culturas, llamada así por su densidad histórica y arquitectónica, mostraba a la gente a convivencia de las estructuras prehispánicas del recinto ceremonial, las virreinales y las modernas, convirtiéndola en testigo vivo de la historia del país.
En el gobierno de Adolfo López Mateos (1958-1964) se decidió ubicar en esa plaza las oficinas de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), diseñada por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez y finalizada en 1966.
En 1968, durante el movimiento estudiantil, la Plaza de las Tres Culturas fue elegida como el espacio ideal para diversas concentraciones, por su significado como espacio de interés político y económico para las autoridades y por ser un ejemplo de la modernidad y desarrollo de México en esa época.
Ahí se realizaron los mítines de los días 7 de septiembre (Mitin de las Antorchas), del 27 de septiembre (tras el ataque a la Vocacional 5 del Instituto Politécnico Nacional, ubicada en Tlatelolco) y el del 2 de octubre.
Ese 2 de octubre de 1968, la Plaza de las Tres Culturas fue testigo de los hechos violentos contra estudiantes por parte del “Batallón Olimpia”; la explanada tlatelolca fue rodeada por el Ejército y la gente quedó atrapada y cuyo final es historia.
La historia reciente de Tlatelolco se remite al terremoto del 19 de septiembre de 1985, cuando el edificio Nuevo León y otros inmuebles del Conjunto Habitacional Nonoalco-Tlatelolco colapsaron y cientos de personas perdieron la vida.
Ese lugar fue testigo de la organización emergente y solidaria de la sociedad civil, que se unió para el rescate de quienes quedaron bajo los escombros a causa del sismo.
Donde estaba el edificio Nuevo León” fue creado un espacio de memoria y homenaje a las víctimas y rescatistas del movimiento telúrico.
Tlatelolco ha sido inspiración tanto para escritores y cronistas antiguos y modernos, pues el lugar fue escenario de películas como “Rojo Amanecer” y “El Grito”, hasta protagonista de obras literarias como “La noche de Tlatelolco” de Elena Poniatowska, y “La Plaza” de Luis Spota.
Además, posee importantes murales, pues al interior del Tecpan se encuentra el titulado “Cuauhtémoc contra el mito”, de David Alfaro Siqueiros, y, al interior de la Caja de Agua, una de las pinturas murales más tempranas que se conservan del periodo virreinal.
La torre del Centro Cultural Universitario (CCU) Tlatelolco está revestida por una pieza lumínica contemporánea, obra de Thomas Glassford, quien se inspiró en el simbolismo de la cultura mexica para crear este entramado geométrico monumental que ha convertido la torre en un hito del paisaje nocturno de la ciudad y que es una reinterpretación del significado del resurgimiento o el renacimiento que simbolizaba Xipe Tótec.
El CCU, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), abrió en 2007 en el edificio que ocupara la SRE, y ahora es sede de espacios expositivos, de formación y reflexión permanentes, como el Memorial del 68, el Museo de Sitio Tlatelolco, la Colección Stavenhagen de arte prehispánico, la Sala de Colecciones Universitarias y la Unidad de Vinculación Artística (UVA).
“Tlatelolco es un espacio vivo de resistencia cultural y de preservación de la memoria, considerada como historia, acción y testimonio en permanente construcción que surge de nuestras reflexiones, de recordar el pasado y hacerlo presente; de vivir el presente y participar activa y críticamente en él”, subraya el gobierno capitalino.
El 26 de septiembre del 2018, la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, a través de su Coordinación de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural, resolvió procedente la Declaratoria de Patrimonio Cultural Intangible a Tlatelolco como sitio emblemático de la memoria histórica de la Ciudad de México.
Ello, porque “para el Gobierno de la Ciudad de México y sus habitantes resulta imprescindible preservar, proteger y fomentar la memoria histórica en sus diversas manifestaciones”.