Ha pasado más de un siglo desde que el ex presidente mexicano Porfirio Díaz (1830-1915) acuñó la frase "Pobre México: tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos", pero todavía sigue muy en uso para describir la difícil vecindad de los dos países.
Con más de 3,000 kilómetros de frontera y el desafío común de los cárteles de las drogas, además de su enorme dependencia comercial de Estados Unidos, México ha reaccionado con moderación a las nuevas revelaciones, derivadas de documentos del ex técnico de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) Edward Snowden.
Según la revista alemana, Estados Unidos tuvo acceso a un servidor clave de la Presidencia mexicana en tiempos de Felipe Calderón (2006-2012), que permitió ver la cuenta pública de correo electrónico del presidente desde 2010.
También interceptó 85,489 mensajes de texto del actual presidente, Enrique Peña Nieto, y colaboradores cuando era candidato.
En México se sabía que la NSA había espiado a Peña Nieto. Lo había revelado antes el periodista estadounidense Glenn Greenwald a TV Globo de Brasil, aunque "Der Spiegel" aportó detalles sobre una operación que denominó de "vigilancia estructural" para interceptar sus comunicaciones.
La novedad fue que también se sabe ahora que fue espiado de manera amplia Calderón, cuyo gobierno tuvo una estrecha colaboración con Estados Unidos y abrió las puertas, como pocos antes, a los organismos de seguridad de ese país, en el marco de la Iniciativa Mérida de cooperación antidrogas.
"Calderón dio aval a espías... y lo espiaron", tituló hoy el diario Excélsior. "Estados Unidos espió a placer al gobierno de Felipe Calderón", escribió La Jornada.
Durante los últimos años, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha hablado de México como "socio estratégico" y como su aliado más importante en la región.
También México ha mantenido ese tono, incluso después de las denuncias de espionaje y a que la relación bajo el mandato de Peña Nieto, que asumió en diciembre, es menos abierta que cuando estaba Calderón.
Peña Nieto ha creado lo que su gobierno llama una "ventanilla única" para canalizar el diálogo bilateral en temas de seguridad, a diferencia del contacto estrecho que tenían antes diferentes agencias estadounidenses con sus contrapartes mexicanas, lo que generó algunos recelos en Washington.
En su tercera reacción ante el tema del espionaje la Cancillería mexicana usó esta vez un acento algo más fuerte en su reacción e indicó que se trata de una "práctica inaceptable", pero no citó esta vez al embajador de Estados Unidos a dar explicaciones, a diferencia de lo que hizo Francia hoy por un caso similar.
El mes pasado la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, otra de las espiadas, canceló una visita que tenía prevista a Washington en octubre. Además condenó duramente el espionaje en su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas y ordenó acciones para garantizar la seguridad de las redes de comunicación brasileñas en el futuro.
México está a la espera de que concluya pronto una investigación prometida por Obama a Peña Nieto sobre el espionaje de la NSA, pero no se espera que haya una ruptura.