En 1914, el general mexicano Francisco Villa tomaba la ciudad de Torreón (Coahuila), en uno de los episodios más decisivos de la Revolución mexicana. Casi un siglo después, otro Villa libra en el mismo lugar una batalla bien distinta: combatir al narcotráfico y la corrupción de los cuerpos policiales.
Carlos Villa nació hace 62 años en Durango, igual que su tío abuelo "Pancho" Villa, y desde hace uno es jefe de la policía municipal de Torreón, ombligo del país y plaza de disputa para los carteles de Sinaloa y Los Zetas.
"Mi abuelo, Jesús Arango "el bizco", contaba que era primo hermano de José Doroteo Arango, que luego se cambió el nombre por el de Francisco Villa, igual que el resto de su familia", dice en conversación telefónica con BBC Mundo.
"Hace 30 o 40 años, apellidarse Villa era malo. Nadie quería ser pariente de un personaje que era visto como bandido o ladrón de ganados. Si lo que decía mi abuelo era cierto, entonces me enorgullece tener sangre de un símbolo de la República", añade.
Aunque comparta apellido con el líder de uno de los ejércitos populares más importantes de América Latina, el general Villa del siglo XXI dice que no podría poner la mano en el fuego por la veracidad de la historia de su abuelo "El bizco".
"Yo no confío ni en mi sombra", advierte. Y no le faltan razones.
Comprados por el narco
Cuando este ex militar se convirtió en director de la policía municipal de Torreón se encontró un cuerpo donde el 90 por ciento de los agentes estaban comprados por los narcotraficantes, dice.
"Había 1,000 policías con dos nóminas: la de la policía y la que le pagaban el Chapo (cartel de Sinaloa) o Los Zetas. La delincuencia la tenía dentro", recuerda.
Torreón decidió entonces empezar de cero y reclutar a toda una nueva plantilla policial. El problema es que nadie en la ciudad quería ser agente de un cuerpo que, además de infestado de sobornos, había sido blanco fácil de grupos armados.
La solución pasó por contratar a policías llegados desde otros puntos del país. Ahora cuenta con 700 agentes operativos (además de los policías de tráfico y personal administrativo), muchos de ellos ex militares que ya tenían entrenamiento de combate.
Como sus familias no residen en Torreón, explica Villa, estos nuevos policías no tienen miedo de que sus parientes sean objeto de ataques o secuestros.
Incluso, el gobierno local de Torreón puso en marcha un programa de seguros médicos, becas estudiantiles y viviendas gratuitas a los policías como manera de prevenir la corrupción e incentivar la fidelidad a la ley.
"Arrocitos negros"
Carlos Villa dice que la estrategia está funcionando y que le van ganando la guerra a los criminales. Pero, una vez más, insiste en que nunca puede fiarse del todo.
Ante el temor de que sus propios subordinados puedan advertir a los delincuentes antes de los operativos, impide que sus policías usen su celular en las horas de trabajo.
Siempre existirán, lamenta Villa, algunos "arrocitos negros".
Por eso también tiene la mirada puesta en algunos de sus guardias de tráfico. "No se crea que son unos santitos, son como alma que lleva el diablo. Hay que estar cuidándolos para evitar que anden "mordiendo" (pidiendo sobornos) a la población a cambio de no poner infracciones", explica.
Villa tiene en su ciudad, como el legendario revolucionario, fama de rudo. Y dice que no teme el enfrentamiento con quienes corrompen a sus policías.
"A mí me han llegado a decir que me van a entregar a mi familia en pedazos", asegura.
"Solo les digo que no ando buscando el enfrentamiento, pero si se me atraviesan... me los llevo".