Ven indispensable el trabajo del editor de libros

La industria editorial vive un cambio de paradigma muy similar a cuando Gutenberg revolucionó al mundo con la imprenta. En el contexto de la era digital, el trabajo de los editores se hace cada vez más indispensable, coincidieron los participantes a la mesa Lengua, escritura y edición, del seminario El idioma, cosa de todos, que se realiza como parte de la primera edición de Expo Publica, feria de libros y revistas que se lleva a cabo del 25 de abril al 4 de mayo, en el World Trade Center de la Ciudad de México.

En esta reflexión, convocada por la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), participaron los editores Tomás Granados, gerente editorial del Fondo de Cultura Económica; Ramón Córdoba, editor ejecutivo de Alfaguara; y Ricardo Cayuela Gally, director de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes; con la moderación de Patricia van Rhijn.

El seminario El idioma, cosa de todos, tiene el propósito de propiciar la reflexión en torno a la importancia del idioma en el papel de los editores. En el entendido de que la principal materia de trabajo en la industria editorial es el idioma, se invitó a charlar a tres editores, quienes son los intermediarios entre el autor y el lector, para que hablaran sobre el papel que desempeñan en la actualidad, sobre todo en una época en que la tecnología permite la auto publicación en el ciberespacio.

Ricardo Cayuela Gally señaló que vivimos una acelerada transición y que la era Gutenberg está entrando en conflicto con la era digital. A esto hay que agregar, dijo, que siempre somos malos para entender el presente y comprender las consecuencias de lo que vivimos.

“Así como Gutenberg fue el responsable de una transformación absoluta en el paradigma de la cultura y de la historia de la humanidad, con la era de Internet estamos viviendo un proceso parecido, no sabemos los alcances que pueda tener el acceder al conocimiento humano a un ‘click’ de distancia. Hay un cambio de paradigma”, indicó Cayuela.

Explicó también que la industria editorial tradicionalmente se ha basado en una suerte de sistema de mecenazgo, pues cuando se construye un catálogo nadie puede saber qué libro va a tener éxito, pero los que más éxito tienen subsidian al resto de los autores. Esto no se suele pensar, pero eso es lo que hace el equilibrio en un catálogo editorial.

Con internet, precisó Cayuela, este equilibrio que es frágil y que permite tener acceso a visiones del mundo particulares, que eso es la construcción de un catálogo, entra en crisis porque los autores que más venden pueden tener la tentación –y de hecho ya la están teniendo— de no querer subsidiar a otros autores y auto publicarse para tener mayores ganancias.

El otro riesgo es que los jóvenes escritores que han crecido en la era de internet no están dispuestos a someterse a ningún tipo de intermediación. El problema de este razonamiento es que la mayoría de estos trabajos están destinados al anonimato. La auto-publicación, salvo rarísimas excepciones, genera silencio.

“Si no hay mediadores que legitimen intelectual o culturalmente lo que se publica, lo que se genera es que se lanzan sistemáticamente botellas al mar. La labor básica del editor es ser un filtro, condensar y articular una conversación a través de una palabra mágica: NO. Un buen editor es aquel que dice NO y contadísimas excepciones SÍ y con ese SÍ construye su catálogo. Internet es exactamente lo contrario, es la puerta abierta, es el todo se puede y todo se vale. Y esa es un poco la desesperación  de los que no somos nativos digitales frente a Internet: la falta de filtros, la falta de mediadores que articulen conversaciones”, puntualizó el director de Publicaciones de Conaculta.

A decir de Tomás Granados, el editor debe ser alguien que debe leer cada rincón con cuidado, emitir comentarios con profundidad y total franqueza, y sugerir cambios donde juzgue deseables o esenciales. “Al hacer esto, el editor actúa como un primer lector que tiene que adecuar su sensibilidad, sea literaria, intelectual, pedagógica, a la sensibilidad que debería tener en el futuro el libro en cuestión”.

Finalmente, Ramón Córdoba consideró que la misión de todo texto, sea o no literario, es no ser estándar. “La definición de estilo pasa por el conocimiento estrictamente personal que tenemos cada uno de nosotros del lenguaje y que ponemos en práctica mediante la escritura. Es una de las fronteras del respeto del editor, una frontera que es totalmente imprecisa”.