En un foro encaminado a ese fin, el rector de la UNAM, José Narro Robles, destacó que el suelo se relaciona con el ambiente, el cambio climático, la producción y la seguridad alimentaria, pero primordialmente con la vida y el conjunto de las especies que habitamos el planeta.
En los últimos 115 años, al inicio del siglo XX, había mil 600 millones de habitantes en el mundo; la estimación actual es de siete mil 250 millones. La población se ha multiplicado cuatro veces y media en un lapso muy corto, dijo.
A eso se suman la forma de vida, el modelo de desarrollo y los valores adquiridos para determinar si una sociedad o persona son exitosas; entonces, “se trata de tener y acumular bienes materiales y recursos financieros. Este modelo es una puerta falsa y detrás de él están muchos de los problemas que tienen que ver con lo que le ocurre al planeta y a nosotros, en el presente y el futuro”.
Respecto a la alianza, dijo que la convocatoria surgida de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la cual recoge las estructuras académicas de México, es realmente trascendente e importante. Se suman muchas instituciones de educación superior del país, organizaciones profesionales, entidades gubernamentales y estructuras internacionales.
Este esfuerzo, prosiguió Narro Robles, se debe traducir en acciones que mantengan el sentido de una organización estructurada para avanzar en la dirección correcta.
Al respecto, Elena Centeno García, directora del Instituto de Geología (IGL) de esta casa de estudios, manifestó que el objetivo principal del foro es intercambiar opiniones, compartir acciones realizadas y establecer compromisos para dar formalidad y un plan de acción en un plazo corto a esta alianza nacional.
Hace un año, recordó, académicos de diversas instituciones educativas del país, dedicados a estos estudios, empezaron a reunirse para discutir sobre probables acciones dirigidas a su conservación y manejo sustentable.
En el marco de las iniciativas de la FAO al respecto, su convocatoria para declarar el 2015 como el Año Internacional del Suelo, y la invitación de ese organismo para formar parte de la Global Soil Partnership, surgió la idea de formar la alianza.
Fernando Agustín Soto Baquero, representante en México de la FAO, refirió que para 2050 se deberán producir alrededor de cinco mil millones de toneladas más de alimentos para una población que llegará a nueve mil 300 millones de habitantes, y eso, con menos tierra y agua, y con una biodiversidad reducida.
Además, estamos inmersos en un ambiente de cambio climático, donde la actividad agrícola es responsable de parte de las emisiones de efecto invernadero, pero al mismo tiempo es quizá el sector más amenazado por la pérdida de suelos, la desertificación, el aumento de temperatura y la variabilidad climática. “El sistema de producción y su intensificación conduce al límite en el uso de recursos naturales y de los sistemas ecológicos”.
Luego de mencionar que la generación de dos o tres centímetros de suelo puede tardar mil años, señaló que la FAO considera imprescindible cambiar el modo en que se producen los alimentos hacia formas más sostenibles, y ahí el uso, gestión y gobernanza de ese recurso es esencial. La Alianza mexicana, destacó Soto Baquero, es la primera iniciativa nacional que existe en América Latina y el organismo la colocará como un ejemplo a replicar en el resto de las naciones de la región.
En su oportunidad, el secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Jesús Murillo Karam, consideró que el suelo es el sustento pleno de la posibilidad humana; no obstante, abusamos de él. Para evitarlo se debe proyectar la expansión de las ciudades, definir qué suelo respetar y establecer planes de largo aliento, entre otras acciones.
En el patio central del Palacio de Minería, Juan José Guerra Abud, secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales, consideró la iniciativa como una “gran alianza”, que será de beneficio para los mexicanos y la humanidad.
El cambio climático está asociado al fenómeno hídrico, refirió. Según datos de la Comisión Nacional del Agua y del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, cada año se precipitan mil 575 kilómetros cúbicos de agua.
De ellos, poco más de 70 por ciento se evapora y el resto se va al subsuelo o escurre. En México, su mayor utilización ocurre en el campo; el resto en zonas urbanas y una parte más pequeña en el sector industrial. “Se deben optimizar los mecanismos de uso del agua, y hacerlo significa mejorar los suelos”, finalizó.