El aspecto de la nave se caracteriza por unas alas extralargas y delgadas, estabilizadas por puntales diagonales, conocidas como 'Transonic Truss-Braced Wing', además de otros avances en el sistema de propulsión, en los materiales y en la arquitectura de sistemas.
Esta nueva configuración, según comparte la NASA, podría reducir hasta un 30% el consumo de combustible y las emisiones en comparación con los aviones de su clase que operan en la actualidad.
El trabajo de Boeing y la NASA está enmarcado en el proyecto Sustainable Flight Demonstrator (Demostración de Vuelo Sostenible), que entra en las primeras fases de producción del X-66 con el objetivo de probarlo y hacerlo volar a escala real.
Dicho proyecto pretende crear "una nueva generación de aviones de pasillo único más sostenibles" que, como apunta la NASA, es "el caballo de batalla de las aerolíneas de pasajeros de todo el mundo".
En este sentido, la agencia considera que el X-66 es una pieza clave de la Asociación Nacional de Vuelo Sostenible de la NASA, a través de la cual la agencia pretende "proteger el medio ambiente, hacer crecer la economía estadounidense y ofrecer nuevas innovaciones al público viajero".
Boeing transportó el avión MD-90 -que se convertirá en el X-66 a sus instalaciones de Palmdale (California) el año pasado, donde desmontó sus motores al comenzar las modificaciones.
La NASA apuntó que la creación de este avión será un logro clave para garantizar la posibilidad de frenar el crecimiento de las emisiones de CO2 en el futuro y así alcanzar el objetivo de las cero emisiones netas en 2050, que significaría mantener el calentamiento global en 1.5 grados centígrados.