Felipe fue un preso de conciencia, pero ni su detención con la cual se buscó frenar el movimiento ambiental en la Sierra de Petatlán en el estado de Guerrero, logró hacerlo renunciar a sus convicciones. Su trabajo benefició a la humanidad y a las generaciones futuras.
Greenpeace lamenta su fallecimiento y exige se haga justicia por su asesinato.