Según un comunicado publicado la noche del martes por la cancillería china, el enviado Sun Guoxiang y el general Min Aung Hlaing intercambiaron opiniones sobre la situación política del país y la pandemia de covid-19 durante su visita entre el 21 y el 28 de agosto, mantenida en secreto hasta ahora.
La Embajada destacó que China apoya los "esfuerzos" de Birmania por restaurar la estabilidad social y reanudar pronto la "transformación democrática".
En este sentido, la cancillería mostró su apoyo al consenso de cinco puntos alcanzado entre Birmania y el resto de miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), que incluye el compromiso de la junta de detener la violencia contra civiles y el envío de un mediador.
El país vive una profunda crisis desde el golpe de Estado, rechazado por buena parte de la sociedad birmana, cuya representación se arroga el denominado Gobierno de Unidad Nacional (NUG), formado por exparlamentarios y lideres civiles cercanos a la depuesta líder Aung San Suu Kyi.
El comunicado de la Embajada china no menciona ningún contacto de Sun Guoxiang con este gobierno paralelo, pero sí muestra su oposición a "intervenciones externas" no apropiadas, sin dar más detalles.
Mientras potencias como la UE, EEUU y Reino Unido han anunciado sanciones en los últimos meses contra la junta militar, cuya brutal represión ha causado más de 1,000 muertes desde febrero.
China y Rusia se han convertido en sus únicos puntos de apoyo y han bloqueado los intentos del Consejo de Seguridad de la ONU por imponer un embargo de armas.
Si bien en un primer momento la resistencia a la junta militar fue pacífica, la implacable represión de las fuerzas de seguridad fue sembrando el desánimo en algunos opositores, que en los últimos meses han decidido empuñar las armas.
A menudo sin conocimientos militares, muchos de ellos han recibido instrucción con las guerrillas étnicas, cuyos conflictos con el Ejército se han recrudecido en los últimos meses y han desplazado a decenas de miles de personas.
El Ejército birmano justifica el golpe por un supuesto fraude electoral en los comicios del pasado noviembre, en los que arrasó el partido de Suu Kyi, como ya hiciera en 2015, y que fueron considerados legítimos por los observadores internacionales.