Las movilizaciones se registraron en rotondas, encrucijadas, puentes o plazas de localidades de todo el país, donde la gente se acercó desde sus residencias colindantes. La mayoría fueron más bien pequeñas, y en lugares como la céntrica plaza Rabin de Tel Aviv -de amplias dimensiones- se llegaron a juntar cientos de manifestantes.
Algunos se enfrentaron con los agentes policiales, que realizaron una decena de arrestos, según el diario local Haaretz. Igual que en semanas anteriores, también hubo manifestantes agredidos por personas contrarias a las protestas en Jerusalén y Tel Aviv.
Israel está sujeto a un cierre nacional desde hace dos semanas para frenar el coronavirus, pero hasta esta semana los ciudadanos podían moverse sin limitaciones para participar en manifestaciones.
Sin embargo, el Gobierno aprobó este miércoles una polémica normativa que establece que solo pueden reunirse cerca de sus casas, en grupos de un máximo de 20 personas y con distanciamiento social.
Esto afecta directamente a las protestas semanales que desde hace meses piden la dimisión de Netanyahu por su gestión de la COVID-19 y su procesamiento por corrupción. Estas tenían su epicentro cada sábado ante su residencia oficial en Jerusalén, donde se llegaron a congregar entre 10,000 y 20,000 personas.
La movilización de hoy ante su domicilio fue mucho más reducida, pero cientos de manifestantes que viven en las cercanías siguieron juntándose en el lugar para exigir su renuncia.
"Me niego a quedarme sentada en casa mientras este país está siendo secuestrado por un líder paranoico" y un Gobierno que "toma decisiones que no tienen nada que ver con la salud pública", declaró a Efe Tali Cohen, una joven israelí que salió a protestar para mostrar al resto de movilizados "que no están solos".
La medida que limita las protestas fue duramente criticada por la oposición y los movimientos organizadores de las movilizaciones, que la consideraron una maniobra "draconiana" para aplacar la disensión en la calle con la excusa de impedir la expansión de la pandemia.
Israel vive desde hace meses una fuerte segunda ola de COVID-19 por ahora imparable, y registra una de las tasas de morbilidad más altas del mundo. Este pasado septiembre fue el peor mes para el país, con máximos de contagios diarios que superaron los 9,000 y más de 600 muertes de las 1,679 acumuladas desde marzo.