El retraso momentáneo no evitó ver al hombre que dirigió Francia entre 2007 y 2012 entrar en el Tribunal de Justicia, un hecho inédito, puesto que su antecesor, Jacques Chirac, evitó hacerlo en 2011 por problemas de salud.
Serio, con traje negro y camisa blanca, visiblemente nervioso y con el rostro oculto por la preceptiva mascarilla, Sarkozy se sentó en una de las tres sillas destinadas a los acusados, junto a su abogado de toda la vida, Thierry Herzog, mientras la tercera banqueta, la del magistrado Gilbert Azibert, estaba vacía.
Los tres están acusados de corrupción y tráfico de influencias y, si son declarados culpables, pueden ser condenados a un máximo de diez años de prisión y un millón de euros de multa.
El exjuez, de 73 años, alegó problemas cardiacos y respiratorios para no abandonar su domicilio de Burdeos (suroeste de Francia) en la actual situación de crisis sanitaria por la COVID-19.
"Dada su edad y su historial médico, los doctores han aconsejado a mi cliente no viajar a París en este contexto de pandemia. Mi cliente está muy interesado en testificar en persona en este juicio", dijo su abogado Dominique Allegrini, mientras la Fiscalía aseguraba que podía declarar por videoconferencia.
EXAMEN MÉDICO
La presidenta del tribunal ordenó un examen médico de Azibert, que debe estar sobre su mesa antes del jueves, cuando por la tarde se reabrirá la audiencia y, a la luz de esos datos, se decidirá si el juicio puede finalmente empezar.
Sarkozy, de 65 años, retirado de la primera línea política desde que en 2016 perdió las primarias de su partido para ser el candidato a las presidenciales de 2017, entró al tribunal por una puerta secundaria y evitó en la medida de lo posible a los numerosos periodistas y cámaras que acudieron al palacio de justicia.
Solo se le vio al ingresar en la sala de audiencias, donde las cámaras están prohibidas, levantar la mano en señal de saludo a los reporteros.
En el interior se mostró inquieto durante la poco más de una hora que estuvo en el tribunal.
Este proceso simboliza bien la maraña jurídica que le persigue desde que abandonó el Elíseo en 2012.
De la decena de casos abiertos contra él, el conocido como el de las "escuchas" es el primero que le ha llevado al banquillo, un proceso que salió a la luz por una colisión azarosa entre otras dos investigaciones.
Apenas un año después de dejar la presidencia, el teléfono de Sarkozy fue pinchado por los investigadores que trataban de determinar si la campaña que le llevó al poder en 2007 había recibido financiación ilegal del régimen libio de Muamar el Gadafi.
Tras cambiar de número con una identidad falsa, que no despistó a la policía, una conversación llamó la atención de los agentes: un intercambio entre Sarkozy y su abogado Herzog en el que hablaban de favores al magistrado Azibert a cambio de su intervención en otra investigación, el llamado "caso Bettencourt".
"LE HARÉ ASCENDER"
En el mismo, el expresidente estaba siendo investigado por haberse aprovechado de la debilidad de la anciana heredera del imperio cosmético L'Oréal Liliane Bettencourt para obtener financiación para la misma campaña electoral.
"Le haré ascender", decía en la conversación Sarkozy en referencia a Azibert, que perseguía un puesto en Mónaco: "Me ocuparé del asunto porque voy a Mónaco y veré al príncipe", agregaba.
El expresidente siempre ha negado estas acusaciones, al igual que las otras, que a su juicio enfangaron su proyecto de regresar a la política.
El juicio de las "escuchas" se abrió pocos días después de que el principal testigo del caso de Libia, el tratante de armas Ziad Takedine, huido al Líbano de la justicia francesa, se desdijera de las acusaciones contra Sarkozy que motivaron la apertura de la investigación.
Sarkozy ya ha visto cómo se archivaba el caso Bettencourt, pero en unos meses está previsto que se abra otro juicio por la financiación de su campaña de 2012, en la que fue derrotado por el socialista François Hollande..
Además, su nombre aparece en el caso que investiga la indemnización pagada al exministro y empresario Bernart Tapie, el encargo de encuestas sin concurso público en su etapa en el Elíseo o las ventas de helicópteros a Kazajistán y de armamento a Pakistán.