"Desde 1991 -año en el que comenzó el conflicto de Somalia- 16 miembros de MSF han sido asesinados, y decenas de ellos han sufrido graves ataques. Hemos llegado a nuestro límite", anunció hoy en una rueda de prensa en Nairobi el presidente internacional de MSF, Unni Karunakara.
Entre los sucesos más recientes está el secuestro de las cooperantes españolas Montserrat Serra y Blanca Thiebaut, capturadas en octubre de 2011 en Kenia, retenidas en Somalia y liberadas el pasado julio tras casi dos años de cautiverio.
No obstante, según precisó Karunakara, la retirada de MSF no responde a riesgos o sucesos puntuales, sino a una situación de violencia continuada y consentida por las partes del conflicto.
"Los grupos armados y los líderes civiles están apoyando, tolerando y condonando el asesinato, la agresión y el secuestro de los trabajadores de ayuda humanitaria", denunció la ONG.
La situación es de tal gravedad, que Médicos Sin Fronteras se vio obligada a utilizar guardias armados, algo que no ha tenido que hacer en ningún otro país.
"Somalia es uno de los lugares más peligrosos del mundo, pero a diferencia de otros países con gran violencia en los que seguimos trabajando, como Irak, aquí ya no queda ni un mínimo respeto hacia la ayuda humanitaria", remarcó Karunakara.
Según explicó el responsable, la prestación de asistencia médica requiere del reconocimiento y de la aceptación de todas las partes inmersas en un conflicto, que deben garantizar unas mínimas condiciones de seguridad para los pacientes y los cooperantes.
"Esta aceptación, siempre frágil en zonas de conflicto, ya no existe en Somalia hoy", añadió el presidente.
MSF lamentó el "incalculable" número de personas que quedará desatendido, y que sea una vez más la población civil, cuya gran parte no ha conocido el país sin guerra, la que soporte el mayor perjuicio.
"Los ciudadanos ya recibían menos asistencia médica de la necesaria, y ahora los ataques de los grupos armados y la tolerancia de los líderes civiles han conseguido eliminar por completo el acceso a los medicamentos", apuntó Karunakara.
Hasta hoy, más de 1,500 trabajadores de Médicos Sin Fronteras atendían gratuitamente a los ciudadanos somalís, a los que prestaban servicios quirúrgicos y consultas de atención primaria, y trataban de problemas como la desnutrición, entre otros.
Según las estadísticas de la ONG, el pasado año realizaron cerca de 624.000 consultas médicas, hospitalizaron a 41,100 pacientes, trataron a 30,090 niños desnutridos y vacunaron a 58,620 personas.
A partir de hoy, MSF cierra sus programas médicos en todo el país, cuyos principales puntos estaban situados en la capital, Mogadiscio, y las poblaciones de Balad, Dinsor, Galkayo, Jilib, Jowhar, Kismayo, Marere y Burao.
Las decenas de expatriados que formaban parte de esta misión ya han sido evacuados del país.
"No se trata de un problema financiero, ni siquiera se debe a un incidente puntual. Es un problema de falta de respeto total hacia la ayuda humanitaria y de ausencia de unas condiciones mínimas de seguridad para desempeñar esta labor", recalcó el jefe de MSF.
"La elección de matar, secuestrar y atacar a los cooperantes ha sellado el destino de innumerables vidas en Somalia", lamentó.
La organización humanitaria intentará negociar con las autoridades somalís para reanudar al menos el envío de medicamentos, aunque según Karunakara, "no será un proceso fácil ni rápido".
Somalia vive en un estado de guerra y caos desde 1991, cuando fue derrocado el dictador Mohamed Siad Barré, lo que dejó al país sin un gobierno medianamente efectivo y en manos de milicias radicales islámicas, señores de la guerra que responden a los intereses de un clan determinado y bandas de delincuentes armados. (EFE)