Con el nuevo califato, las fronteras entre Irak y Siria quedan también borradas, trayendo a la memoria los tiempos del Imperio Otomano, estrechamente vinculado al último califato islámico, abolido en 1924 por el gobierno turco.
"Según los yihadistas, con la instauración de un califato islámico no hay ya necesidad de Al Qaeda", señala el experto de movimiento islamistas, Hassan Abu Haniyah, desde Ammán.
El ISIS era originalmente un brazo de esa red, pero posteriormente los dos grupos empezaron a luchar por la hegemonía en el seno de movimiento de la yihad internacional. El establecimiento del califato podría significar el fin de esa lucha.
"El Estado Islámico ha ganado", dice Abu Haniyah. En un califato no hay lugar para un doble mando, pues el poder terrenal y espiritual queda aunado en una sola figura.
El ISIS podría seguir cosechando victorias en otro campo, si los extremistas que una vez juraron fidelidad a Al Qaeda pasan a engrosar sus filas. Y ya hay algunos signos de que Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) sienten simpatía por el líder del ISIS, Abu Bak al Baghdadi, el nuevo autodeclarado califa.
EL ISIS y Al Qaeda tuvieron una raíz común: la ocupación soviética de Afganistán. El fundador del ISIS fue el jordano Abu Musab al Zarkawi, conocido por sus atrocidades. Abatido por el Ejército estadounidense en 2006, antes había iniciado un sangriento conflicto con los chiitas, contrariando las ideas de la cúpula de Al Qaeda, que lo consideraba demasiado radical.
En 2010, Al Baghdadi asumió la dirección del grupo y reformó sus estructuras antes de llevarlo a Siria, donde se enfrentó abiertamente al ala oficial de Al Qaeda en ese país, el Jabhat Al Nusra (Frente de la Victoria), integrado por salafistas sirios.
Una parte de su atractivo para los combatientes extranjeros radica en que el ISIS consiguió crear en territorio sirio un dominio en el que los yihadistas que llegan de otros países encuentran algo así como una patria. Así, el grupo utilizó el control sobre ciudades como Al Raqqa, en el este de Siria, para llevar a cabo una hábil propaganda que le permitió presentarse como protector de un lugar en el que domina una auténtica tradición legal islámica.
Algo que funciona especialmente bien ante el trasfondo de los Estados fracasados de Cercano Oriente, la desilusión con el liderazgo árabe y la decadencia de grupos islámicos más moderados como los Hermanos Musulmanes.
Y Al Qaeda, que nunca tuvo el control de un territorio propio, está perdiendo ahora posiciones en la lucha por los corazones y las cabezas de los jóvenes extremistas que quieren iniciarse en la yihad.
"Al Qaeda y sus líderes tuvieron una ocasión tras otra para hacer realidad el sueño de todo musulmán de la instauración de un califato, pero fracasaron", afirma Khaled al Maani, un jordano que defiende la instauración del Estado islámico.
Y mientras los analistas occidentales ven con preocupación la disputa ideológica entre el ISIS y Al Qaeda. Pues para ofrecer algo de resistencia al emergente grupo, la red internacional podría verse obligada a seguir apostando por sus tácticas terrorista, advierte el experto Aaron Zelin, del Instituto de Política de Cercano Oriente en Washington.
Para conservar al menos una apariencia de legitimidad, en un acto de desesperación, la organización terrorista podría retomar los grandes atentados como los de Madrid en 2004 o Londres en 2005.
Sin embargo, en estos momentos el mayor peligro para el ISIS es la rápida ampliación del terreno bajo su control, ya que una arrogancia desmesurada podría traducirse de nuevo en pérdidas territoriales, escribe el experto en terrorismo J. M. Berger en su blog en la web Intelwire.
Cualquier pérdida de terreno del califato que no sea resultado de intervenciones extranjeras, como ataques aéreos de Estados Unidos, por ejemplo, podría costarle a Al Baghdadi la posición de la que goza ante los jóvenes yihadistas. Por el momento, éstos ahora sólo lo ven conquistando victoria tras victoria.