"La Navidad, en el último año que se celebró, fue hermosa. Había mucha gente, pero este año no porque la ocupación (israelí) no permite a la gente venir aquí (...) Es muy triste, te deprime y este año no hay árbol en diciembre", dice a EFE Juman Zarena de 19 años, estudiante de psicoterapia y residente de Belén.
Hoy solo quedan autos estacionados y calles casi vacías, lo que refleja el impacto de la guerra en la Franja de Gaza. Menos de 10 personas caminan en la Basílica de la Natividad -incluyendo curas, vigilantes, periodistas y personal de limpieza-.
Antes de la guerra, que comenzó en octubre de 2023 tras el ataque de Hamás, una escena así habría sido impensable en diciembre, cuando miles de peregrinos acudían a la iglesia para visitar la gruta donde, supuestamente, nació Cristo.
Emigración ante la crisis
Entre quienes más han notado el cambió se encuentra el párroco griego ortodoxo de esta iglesia, Issa Thaljieh, quien le relata a EFE cómo desde que comenzó la guerra, con más de 45,000 palestinos muertos en Gaza, la gente ya no tiene motivos para celebrar.
"Ahora no vemos personas en la iglesia, en las calles no hay luces, no hay decoración, ningún tipo de festividad en Belén", lamenta Thaljieh, quien asegura que hay vecinos que incluso se han ido de la ciudad "porque no tienen trabajo, ni seguridad, ni libertad, ni justicia, ni paz".
A este respecto, el guía turístico Abalah Alí, de 32 años, confiesa que al menos quince de sus amigos han abandonado la ciudad de Belén, camino a Estados Unidos o Europa, solo en el último año.
Cada mañana, Alí, padre de tres niños, camina por la Plaza del Pesebre con la esperanza de que aparezca algún turista. Sin embargo, desde hace 14 meses casi siempre vuelve a casa sin ganancias, frente a los 100 o 200 dólares que hacía antes diariamente.
Otro guía, quien prefirió no dar su nombre por temor a represalias de militares y policías israelíes, señaló que reza cada día para que la guerra termine: "Nadie necesita la guerra, en la guerra todos están perdiendo. Estamos muriendo".
Los ingresos del turismo son la base de la economía en Belén, y de acuerdo con cifras de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) -que gobierna parcialmente en Cisjordania-, este territorio pierde 2.5 millones de dólares diarios sin turismo, el 60 % (1.5 millones) de esas pérdidas proceden de Belén.
"Mucho dolor"
Wael Halman, optometrista de 45 años y dueño de una tienda de lentes en la calle Almad Basa desde hace 20 años, asegura que jamás había visto una crisis similar. Sus ganancias han caído un 70 %, y él, su esposa y sus cinco hijos sobreviven con lo mínimo.
"Además del turismo muchos ya no pueden ir a trabajar a Israel porque les revocaron los permisos. Sumado a ello, la Autoridad Palestina no le paga a los trabajadores. Desde que comenzó esta guerra todo cambió. Yo no tengo vida, no tengo descanso, todo lo que hago es ver noticias para saber qué pasa con mis hermanos. Es mucho dolor”, se lamenta.
De acuerdo con cifras del Gobierno palestino, la inflación en noviembre de este año superó el 70 % en Cisjordania ocupada. Además, Israel ha recaudado, mensualmente, 188 millones de dólares en impuestos en nombre de la ANP, los cuales aún retiene en su mayoría, afectado el pago de salarios y la prestación de servicios públicos en Palestina.
Localizada a solo ocho kilómetros de Jerusalén, y a 70 de la Franja de Gaza, en Belén la guerra se vive en la cotidianidad de sus habitantes: estudiantes que ahora tardan hasta tres horas en llegar a la universidad debido al cruce de controles militares; taxistas que apenas ganan lo suficiente para comer; así como comercios cerrados, hoteles sin huéspedes y restaurantes vacíos.
En la iglesia Evangélica Luterana de Navidad, un pesebre evoca la devastación que han causado los bombardeos israelíes en Gaza. En el centro hay una figura del niño Jesús, arropado con una kufiya (pañuelo palestino), y debajo emerge una flor blanca “como señal de esperanza por la paz”, dice a EFE Nisreem, una de las creadoras de este nacimiento.