Francisco emprende su 42 viaje internacional para participar en la JMJ, el acto católico más multitudinario y en el que ya se han inscrito más de 330,000 jóvenes de 200 naciones y cerca de 20,000 voluntarios, pero los organizadores esperan que se llegue al millón, cifra con la que se podrá considerar un éxito.
El papa ya estuvo en Portugal en 2017, pero no visitó Lisboa y se limitó a presidir en Fátima las celebraciones por los 100 años de las apariciones de la Virgen. En esta ocasión ha insistido en ir al santuario mariano ante la preocupante situación internacional, donde el sábado elevará su petición para el final de la guerra en Ucrania.
Han pasado 10 años de aquel llamamiento de "¡Hagan lío!" a los peregrinos argentinos durante la JMJ de Brasil y que se convirtió en un lema para los jóvenes católicos; desde entonces, sobre todo en Europa, la juventud ha perdido interés en la Iglesia católica y Portugal es un ejemplo.
El país tiene una fuerte tradición católica, a la que se acoge el 80.2 % de la población, según los Censos de 2021 divulgados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), pero de acuerdo con la Encuesta Europea de Valores, los portugueses con una práctica religiosa frecuente pasaron del 26 % en 2008 al 20 % en 2020.
Una caída impulsada por las generaciones más jóvenes y a la que también afectan los impresionantes números de abusos a menores, unos 4,800 casos, recientemente comunicados tras una investigación de los últimos 70 años y tras los cuales la Iglesia portuguesa intenta recuperar su credibilidad.
La última JMJ, que se celebra cada tres años, fue en Panamá en 2019 y a la de Lisboa, que se tuvo que posponer a este año debido a la pandemia, Francisco llega en silla de ruedas, debido a sus problemas de movilidad por los dolores en la rodilla, y dos meses después de su operación por una hernia abdominal, para cumplir una agenda de actos impresionante. El papa no ha querido ahorrar energías.
Sus discursos serán en español, para conectar mejor tanto con los portugueses como con los decenas de miles de jóvenes procedentes de España, y porque es el idioma en el que Francisco se siente más cómodo para poder improvisar.
El viaje comenzará con las reuniones protocolarias con el presidente, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, y el primer ministro, el socialista António Costa, además de un discurso a las autoridades en los que seguramente habrá referencias a Europa, a la migración y a la defensa de la vida, en un país que acaba de promulgar la ley de la Eutanasia, a la que la Iglesia católica se opone firmemente.
Después Francisco se reunirá en el monasterio de los Jerónimos con el clero del país y la Iglesia ha anunciado un encuentro del papa con las víctimas de abusos por parte de curas pederastas, aunque por cuestión de privacidad no se ha comunicado el lugar o el día que se producirá.
Pronunciará un discurso a los estudiantes en la plaza frente a la Universidad Católica Portuguesa y más tarde en la cercana Cascais, Francisco saludará a los jóvenes del movimiento Scholas Occurentes, y a su regreso a Lisboa está prevista la ceremonia de bienvenida de la JMJ en el Parque Eduardo VII, una enorme zona verde de 25 hectáreas.
En la mañana del viernes 4 de agosto, en el Jardín Vasco da Gama de Belèm, el pontífice confesará a algunos jóvenes y después, en el Centro Parroquial "Da Serafina", se reunirá con varias asociaciones dedicadas a la caridad.
Tras un almuerzo con diez jóvenes de distintas nacionalidades en la nunciatura, el lugar donde residirá el papa estos días, acudirá de nuevo al parque Eduardo VII para presidir el Vía Crucis con los jóvenes.
Después de su visita a Fátima, el papa participará en la vigilia con los jóvenes en el Parque Tejo y el domingo por la mañana, de nuevo en este espacio celebrará la misa de clausura, al final de la cual se anunciará la sede de la próxima JMJ internacional y por la tarde tendrá un encuentro con los voluntarios, antes de regresar a Roma.