La planta de Fukushima Daiichi, escenario del peor accidente atómico desde el de Chernónbil (Ucrania, 1986) desencadenado por el terremoto y el tsunami de marzo de 2011, afronta así un paso clave en su largo y complejo proceso de desmantelamiento.
La ingente cantidad de líquido residual de la central es tratado para retirarle la mayor parte de los materiales radiactivos hasta garantizar niveles seguros antes de su descarga al océano, según afirman las autoridades niponas, que aún así afrontan las quejas de comunidades locales y de países vecinos.
CAMINO AL DESMANTELAMIENTO
Las tareas de limpieza, desmantelamiento y construcción de nuevas instalaciones en Fukushima Daiichi han logrado progresos visibles en los últimos años.
Apenas quedan ya amasijos de chatarra, escombros u otras cicatrices del devastador tsunami de más de 15 metros que desencadenó una crisis atómica que tuvo en vilo a Japón hace más de una década.
Las obras para reforzar los edificios de los cuatro reactores nucleares dañados y preparar la extracción del combustible atómico de su interior avanzan dentro de lo previsto, aunque tienen por delante los enormes desafíos técnicos que supone operar en las condiciones de extrema radiactividad y baja visibilidad en su interior.
Pero la novedad más destacada es la instalación de varias fases del Sistema Avanzado de Procesamiento de Líquidos (ALPS, por sus siglas en inglés) y de un circuito de bombeo, almacenamiento y canalizaciones para tratar y verter al mar el agua procedente de la central, situada en primera línea costera.
TEPCO, la compañía operadora de la planta, se encuentra verificando la eficacia del sistema para filtrar elementos radiactivos como el cesio o el estroncio y completando la instalación de dispositivos de testado del agua y la red de tuberías que la llevarán al mar, según explicó a EFE Keinichi Takahara, portavoz de la empresa.
A LA ESPERA DE LUZ VERDE
El sistema ALPS es capaz de eliminar todos los materiales radiactivos del agua residual salvo el tritio, un radioisótopo del hidrógeno que también se genera de forma natural en la atmósfera.
El líquido depurado será además mezclado con agua marina para reducir aún más su concentración de tritio antes del vertido, hasta situarla en un nivel unas cuarenta veces inferior al tope fijado por el Gobierno de Japón para el agua potable, y 1/7 del máximo fijado por la Organización Mundial de la Salud.
Se espera que el sistema esté listo para finales de mes, según el citado portavoz, quien subraya que el tritio en concentraciones bajas no representa ningún riesgo para la salud humana y recuerda que los vertidos de agua tritiada son una práctica habitual en centrales nucleares de todo el mundo.
Este método de descarga fue ideado por las autoridades japonesas y TEPCO para deshacerse de los 1.32 millones de toneladas de agua procesada almacenados en más de mil tanques dentro del recinto de la planta, donde se agota el espacio.
El líquido contaminado proviene del agua marina inyectada en los reactores para su refrigeración y del continuo influjo de lluvia y de acuíferos subterráneo dentro de las unidades.
El plan nipón para el vertido está siendo supervisado por expertos del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), que tras una serie de inspecciones in situ desde el año pasado prevé publicar un informe de conclusiones hacia finales de mes.
Será entonces, una vez que la OIEA dé luz verde definitiva al vertido, cuando los operarios de Daiichi abrirán las canalizaciones para comenzar la descarga al Pacífico. El proceso de vertido podría extenderse hasta el mismo horizonte previsto para el desmantelamiento de la planta, entre 2040 y 2050, según cálculos de TEPCO.
FIRMES DETRACTORES
Tanto TEPCO como la OIEA y laboratorios independientes de todo el mundo analizarán muestras de agua y de organismos marinos alrededor de la planta antes y durante el vertido para comprobar que se mantiene dentro de los estándares considerados seguros.
Pese a estas garantías, cooperativas de pescadores de la costa de Fukushima mantienen su firme oposición al vertido, al temer que este suponga un nuevo golpe para la reputación de los productos locales.
También han expresado inquietud ante la medida por motivos sanitarios y medioambientales las vecinas China y Corea del Sur, el Foro de Países del Pacífico, la ONG ecologista Greenpeace y algunas voces de la comunidad científica internacional.