Los dos mandatarios se reunieron ayer, poco después de la llegada del mandatario norcoreano en su tren blindado a la capital china procedente de la ciudad de Nankín (este).
La sorpresiva visita de Kim Jong-il a China, la tercera en un año, se ha centrado en conocer los ejemplos de desarrollo industrial y tecnológico del gigante asiático, así como sus experiencias de economía de mercado en ciudades como Yangzhu o Nanjing.
Hu y Kim hablaron de cooperación económica y de la necesidad de atraer inversiones de compañías chinas a Corea del Norte, y después de la cumbre celebraron una cena a la que asistieron un gran número de altos cargos chinos, según fuentes anónimas citadas por Yonhap.
En las tres horas que duró el encuentro en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín, Kim reiteró al parecer la necesidad de recibir ayuda alimentaria para hacer frente a la constante carestía que azota a Corea del Norte desde la caída de la Unión Soviética.
En un ambiente muy cordial entre dos viejos aliados, se cree que Kim trató también el delicado tema de la sucesión en la dictadura norcoreana a favor de su hijo menor, Kim Jong-un, ascendido a la cúpula del Partido de los Trabajadores el pasado año, pese a no llegar a los 30 años.
La comitiva de Kim, que ha recorrido unos 5,000 kilómetros a través de China en su tren especial, parece no estar integrada por Jong-un, aunque la prensa surcoreana especula, en base a fotos, sobre la posibilidad de que el "Querido Líder", de 69 años, viaje con su última esposa, Kim Ok.
Se cree que desde el último encuentro en agosto entre Hu y Kim Jong-il, China ha presionado para que Pyongyang se abra a las reformas como vía para evitar el colapso de su economía, controlada con mano de hierro por el Estado y orientada a la Defensa.
El comercio bilateral entre los dos aliados fue de 3,460 millones de dólares en 2010, por encima de los 2,680 millones de año anterior, según datos del Ministerio de Unificación surcoreano.