El impacto de la catástrofe ha sido abrumador pero hoy llegaremos a todas las zonas afectadas, aseguró el ministro de Defensa de Filipinas, Voltaire Gazmin.
Seis días días después de la catástrofe, se calcula que la cifra de muertos asciende a 2,350, mientras que cientos de miles de personas siguen sin tener acceso a agua potable y comida, rodeadas de montañas de escombros en un enorme territorio devastado.
Según la emisora ABS-CBN, Gazmin prometió después de una reunión de crisis la noche del miércoles, que hasta este jueves todas las víctimas iban a ser socorridas. Tan solo en la desolada isla de Leyte unas 270,000 familias necesitan tiendas para tener un techo donde guarecerse.
La impotencia, el hambre y la desesperación entre las víctimas del tifón en Filipinas ha llevado en algunos casos a la violencia y al saqueo.
El problema sigue siendo poder llevar alimentos y agua a los damnificados. La gente se encuentra cada vez más desesperada. "Tenemos un sistema, pero no es perfecto", reconoció el director de Protección Civil, Eduardo del Rosario. "Estamos subsanando los problemas", agregó.
Casi siete millones de personas resultaron afectadas por el tifón que castigó Filipinas, que destruyó casas con vientos récord de hasta 315 kilómetros por hora. La mayoría de las víctimas se registraron en Leyte y la cercana provincia de Samar, donde "Haiyan" levantó olas similares a un tsunami de hasta cinco metros que arrasaron pueblos y ciudades.
Hasta ahora la comunidad internacional ha prometido al menos 88.3 millones de dólares en asistencia urgente. Además se esperaba que este miércoles llegara más ayuda a Filipinas, incluyendo el portaaviones estadounidense George Washington y otras embarcaciones de la Marina estadounidense que partieron de Japón.