Con cerca de 50 millones, es el primer país de habla no española con mayor población hispanohablante. El avance es tal, que todo apunta a que en 2050 habrá superado a México y tendrá el récord absoluto de hablantes de español.
Con 900,000 alumnos, es el idioma extranjero más estudiado en las universidades. Y hay algunas que ya ofrecen carreras en español.
"Es nuestra lengua mojada la que entra oculta a Estados Unidos en los furgones de carga, hacinada en los techos de los vagones del tren de la muerte en viaje de Chiapas a Sonora, la que traspasa el muro inteligente, la que burla los detectores infrarrojos".
Con su literaria descripción del camino y las condiciones en las que arriba la lengua de Juan Rulfo, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez fue, en la inauguración, el primero en hablar en el Congreso de Panamá de una realidad que ocupa a lingüistas y sociólogos.
Tras él fueron otros los que en el Centro de Convenciones Atlapa de la capital panameña abordaron un fenómeno que tiene una respuesta directa en la reciente apertura de una sucursal del Instituto Cervantes en la Universidad de Harvard.
"A lo largo de la historia del español siempre ha habido zonas en las que se han producido mezclas, contactos, pero con una extensión geográfica tan grande no, y desde luego, no con una capacidad de comunicación tan grande como la que tiene Estados Unidos", apunta a dpa el director de ese centro Cervantes, Francisco Moreno Fernández.
Los hispanos se consolidan como la primera minoría en la tierra de John Steinbeck y el español se erige en la lengua de una comunidad de habla estable. Hasta ahora, sin embargo, no se puede hablar de un español de Estados Unidos. Cada comunidad de hablantes mantiene allí aún una conciencia muy alta de sus orígenes.
"En Chicago, por ejemplo, el español es mexicano; Florida es el Caribe", ejemplifica a dpa el director de la Real Academia de la Lengua, José Manuel Blecua. No existe una variedad, igual que no existe un único perfil de hispano, sino varios.
Pero hay en marcha una convergencia de elementos interhispánicos que acabarán fraguando un español de Estados Unidos antes o después, señala el catedrático Moreno Fernández, al frente en Harvard del Observatorio de la Lengua Española del Cervantes, que estudia todo lo que tiene que ver con esa expansión en el país norteamericano.
"Por ejemplo, todos los hispanohablantes llaman ya yarda al patio. Se están produciendo procesos de nivelación entre las variedades de español que acabarán en un español estadounidense".
Uno de los aspectos que algunos miran con temor es el spanglish, la contaminación del español por el inglés que da expresiones como "Te llamo para atrás", la traducción literal de "I call you back".
El escritor y crítico peruano Julio Ortega, que vive desde hace 30 años en Estados Unidos, no ve sin embargo problema en él.
"La historia del español está hecha por esos procesos de mezcla y contaminación desde el italiano en la obra de Garcilaso hasta el francés de Darío y el quechua de José María Arguedas", decía a dpa. "No hay que tenerle miedo, dejará de existir cuando deje de ser observado, como las enfermedades imaginarias".
Moreno Fernández tampoco ve peligro. "El único está en dejar que la lengua sea solo de comunicación familiar. Si se usa para otras cosas y tiene tratamiento adecuado en la educación, no habrá peligro", dice.
El temor de la profesora de Lingüística Hispánica de la Universidad de Illinois Kim Potowski está también en otro lado: "En el hecho de que los hispanos de segunda, tercera y cuarta generación no hablen la lengua entre ellos y que la mayoría de sus hijos no vayan a adquirir siquiera una base adecuada para cambiar de código".
Algo tiene que ver ese peligro con que el español, al menos de momento, no esté considerado una lengua de prestigio, es decir, una lengua que se considere adecuada -y se use- en la ciencia, las relaciones internacionales o los negocios, por ejemplo. "Si de algo carece el español en Estados Unidos es de la consideración de una lengua de excelencia", según el director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha.
El temor de Potowski también tiene que ver con que los jóvenes tienden a expresarse como el resto de sus compañeros de generación para quedar dentro del grupo. Esto en Estados Unidos se hace en inglés. "Si baja la intensidad de la inmigración, podría entrar en funcionamiento el mecanismo de asimilación", alerta el director del Cervantes de Harvard. Y la lengua podría comenzar a perderse.
"Hay muchos factores sociales, lingüísticos, educativos, políticos, económicos que harán que el español vaya hacia un lado u otro. Estados Unidos es un laboratorio. Vamos a ver qué pasa".