Con un vestido verde claro y abrigo a tono, el 17 de mayo de 2011 la reina Isabel II pisaba, acompañada por su marido, el duque de Edimburgo, tierras irlandesas, en lo que sería el comienzo de cuatro intensos días que permitieron superar las conflictivas relaciones entre dos territorios antaño unidos bajo el imperio británico.
El abuelo de Isabel II, Jorge V (1865-1936), había sido el último rey británico en visitar lo que es hoy la República de Irlanda, por entonces parte del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda.
Años después del viaje de Jorge V (1911), la isla iniciaba el largo y difícil proceso de independencia, cuyo punto clave fue el Alzamiento de Pascua de 1916, al elevar la cuestión de la escisión y que acabó años después con la partición de la isla, entre los seis condados del norte (que quedaron bajo soberanía del Reino Unido) y el nuevo Estado Libre Irlandés, en el sur.
El Estado irlandés consiguió su independencia efectiva del Reino Unido en 1922. La partición de la isla intensificó la tensión entre ambas partes y llevó al conflicto norirlandés, entre los protestantes pro-británicos y los católicos republicanos.
ISABEL II LLEGÓ PARA CONSOLIDAR LA PAZ
Invitada por la entonces presidenta de Irlanda, Mary McAleese, Isabel II llegó a Irlanda para consolidar los vínculos bilaterales tras la firma del Acuerdo de paz del Viernes Santo (1998), que puso fin a 30 años de la sangrienta disputa en la provincia británica.
Si bien el viaje no fue visto con buenos ojos por el Sinn Fein, brazo político del inactivo Ejército Republicano Irlandés (IRA) -que luchó durante años contra la presencia británica en Irlanda del Norte-, los cuatro días de la reina en Irlanda fueron bien recibidos por la población, según las encuestas, y la clase dirigente.
Isabel II y Felipe de Edimburgo visitaron varios lugares, entre ellos la cervecería Guinness y centros hípicos, pero uno de los momentos más relevantes fue el tributo silencioso de la soberana en el Jardín del Recuerdo de Dublín, dedicado a todos los que perdieron la vida en el intento por lograr la independencia irlandesa.
EL DISCURSO QUE SORPRENDIÓ AL PUEBLO IRLANDÉS
Entre otras cosas, la reina plantó un árbol en la residencia oficial de la presidenta, pero otro momento admirado por los irlandeses fue la cena de Estado celebrada el 18 de mayo de 2011 en el castillo de Dublín, en la que pronunció unas palabras.
Con la frase en gaélico "A Úachtárain agus a chairde" (presidenta y amigos), impecablemente pronunciada por Isabel II, según los irlandeses, el discurso emocionó a los invitados, que reaccionaron con un "guau" al gesto de la soberana.
Esa intervención es considerada una disculpa al pueblo irlandés por las acciones británicas del pasado, al decir Isabel II que se trataron de "cosas que desearíamos que se hubieran hecho de manera diferente o que no se hubieran hecho en absoluto".
El experto constitucional Robert Hazell, del University College London (UCL, por sus siglas en inglés), dijo a Efe que se trató de "un discurso bien recibido, al reconocer los sacrificios del pueblo irlandés y las tensiones del pasado".
A pesar de su oposición a este viaje, el entonces presidente del Sinn Fein, Gerry Adams, elogió el discurso al resaltar que "ha sido una auténtica expresión de sincera compasión por los que sufrieron como consecuencia de nuestro conflicto del pasado".
Como parte del viaje, en el tramo final, la reina presenció una actuación de Riverdance, el famoso espectáculo teatral de música y danza tradicionales irlandesas, en el centro de convenciones de Dublín, donde recibió de la audiencia una ovación de pie.