En la mañana un suicida hizo estallar un automovil cargado de explosivos frente a un retén militar cuando intentaba atacar una comisaría y la oficina de un jefe policial en la ciudad de Quetta, capital de la suroccidental provincia pakistaní de Baluchistán.
Tanto el vicedirector general de ese cuerpo de seguridad en el territorio, Abdul Razzaq Cheema, como el secretario del Interior de la provincia, Akbar Haripal, confirmaron el objetivo de la incursión.
Por su parte, el vocero del Hospital Civil de la urbe, Wasim Ahmed, explicó a la prensa que esa instalación recibió los cadáveres de 13 personas, entre ellas siete policías y 17 heridos.
La explosión fue tan poderosa que se escuchó en amplias zonas de la ciudad y rompió ventanas de edificios cercanos, resaltó el portavoz de la policía, Shahzada Farhat.
El ataque fue reivindicado por el grupo Jamaat-ul-Ahrar, una escisión de la alianza Tehrik-e-Taliban Pakistan, la formación extremista más activa y grande del país.
Horas después, dos bombas consecutivas estallaron en un mercado de Parachinar, capital de la occidental agencia tribal de Kurram, causando la muerte de 18 personas y heridas a más de un centenar.
En declaraciones a la televisora Geo News, Shahid Turi, funcionario del gobierno local, confirmó el número de fallecidos y explicó que la segunda detonación ocurrió cuando las transeúntes acudieron al lugar a ofrecer ayuda.
En junio de 2014 el Ejército lanzó una operación en las zonas tribales para enfrentar a los grupos extremistas, complementada este año con la ofensiva denominada Radd-ul-Fasaad.
Pese a los cifras gubernamentales y de especialistas sobre la disminución de la violencia, esas formaciones radicales mantiene su capacidad para ejecutar atentados y otros ataques.